¿Les repugna tanta corrupción? ¿Están hartos de que los peces gordos naden en océanos y que sólo los peces flacos estén encerrados en la pecera? Siempre dicen que sí. Por eso ustedes glorifican con fervor a los ecuatorianos que combaten la corrupción.
Por eso deberán leer esto con atención: para alguien que pone el pecho a las balas, sacrificándolo todo, debe ser repulsivo escuchar el tronar de sus aplausos. Porque provoca náusea digerir la cobardía de todos los que elogian, de todos los que agasajan, de todos los que te ofrecen su apoyo incondicional, pero siempre escondidos en sus trincheras, de las que nunca saldrán.
¡Qué fácil es criticar a déspotas desde una pantalla! ¡Qué seguro es enfrentar a los corruptos desde la comodidad de sus hogares! ¡Qué simple es ensalzar a los que van a la guerra, esa guerra que los cobardes ven de lejos! ¡Qué patético es sostener que el país está podrido y esperar que otros lo restauren por ti!
¿Saben por qué el cáncer de la corrupción hizo metástasis en nuestra sociedad? Porque esta es una sociedad de cobardes que enfrentan a la corrupción y a la tiranía con 280 caracteres tras sus celulares. Es una sociedad que no da la cara y exige el sacrificio ajeno. Es una sociedad que leerá esta columna y dirá que tengo razón sin verse al espejo.
Pero a los cobardes les traigo una tragedia: 9 de cada 10 combatientes contra la corrupción son más corruptos que la corrupción misma. 9 de cada 10 de estos personajes quieren el voto del cobarde, el dinero del corrupto al que le venden su silencio y el financiamiento de los corruptos que necesitan eliminar a otros corruptos utilizando al combatiente.
Sólo 1 de cada 10 es héroe. Sólo 1 de cada 10 aspira a que los hijos del cobarde tengan un mejor país. Por eso los héroes, con los años y las cicatrices de la guerra, un día se retiran, porque llega la tarde que comprueban, con un muy mal sabor de boca, que los cobardes idolatran a los ilusionistas, que los cobardes no quieren un mejor país, aspiran a ser parte de lo que quieren que otros combatan.
Antes de celebrar a los héroes, pregúntese qué ha hecho usted para luchar contra el monstruo de la corrupción. Si lo único que ha hecho es ser virtualmente valiente, mejor guarde su coraje en el bolsillo y lisonjee a los ilusionistas, de esos que no son más que becerros de oro para esta masa de aduladores. (O)
