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El Telégrafo

Hacia el giro político

24 de marzo de 2012 - 00:00

Dejando de lado el juego mediático privado por espectacularizar las marchas y dejar su sesgo ideológico en las imágenes noticiosas -y tomar ventaja para recrear una supuesta unidad de criterios entre la oposición de ciertas izquierdas y las derechas- se está produciendo un giro político, de gran oportunidad, tanto para el régimen como para el movimiento indígena. Como lo hemos dicho en varias ocasiones, hay un gran número de coincidencias entre ambos sectores. Sin embargo, la propia dinámica de la reinstitucionalización del Estado produce una serie de asimetrías sociales y organizacionales.

Por un lado, la urgencia de tecnificación burocrática del Estado lleva a grados de operatividad que la propia política se enreda con las políticas públicas, por otro lado, el movimiento indígena ha padecido una larga sequía política en su interior, que se manifestó en esas peligrosas declaraciones de que la movilización no era política y que, a buena hora, hace un par de días, reconocieron que la marcha era política y que tenía que serlo y eso, precisamente, los llevó a declarar que no aceptarían que algunos grupos los utilicen para aprovecharse electoralmente; esa fue una clarificación ética, que los pone nuevamente, a pensar en un proyecto plurinacional, es decir, un proyecto político de país, un proyecto más allá de lo étnico, pero sin excluirlo.

Los diálogos entre los dirigentes de la Conaie y el presidente de la Asamblea Nacional fueron y son la apertura de un espacio de diálogo intercultural-político urgente que potencia reconstruir una visión ampliada de lo nacional. Para el caso de las derechas, incluida la mediática, sufrieron una gran decepción ya que la marcha no se radicalizó, como esperaban, y, por efecto, unirse en un gran bloque de oposición. Otras izquierdas, rápidamente, declaraban, a horas de la mañana, que era una marcha nacional y de los movimientos sociales, en la tarde, ante ciertas sorpresas numéricas, declaraban mediáticamente que era una marcha indígena.

Nada sorpresivo, ya que, como se observó en todo el proceso, desde el ocho de marzo, buscaban y seguirán buscando cómo sacar provecho y réditos de la movilización indígena. Por parte del Gobierno es una exigencia y urgencia tomar con toda fuerza el diálogo con las organizaciones más progresistas de los movimientos sociales. De esta forma el giro político podrá conducir al país a acuerdos para una radicalización política, la misma que las derechas fraccionadas y ciertos grupos de intelectuales temen.

¿Ahora qué dirán ciertos intelectuales, de ciertas izquierdas, precisamente aquellos que cuando Lucio Gutiérrez ascendía al poder declaraban que era un revolucionario, casi un Ché Guevara? Las marchas han dejado fuertes lecciones, pero sobre todo  que el país está dispuesto a caminar por el sendero de nuevas izquierdas socialistas y que las derechas, por ahora, están atascadas en ciertos feudos municipales.

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