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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Guido, nieto de Argentina

09 de agosto de 2014 - 00:00

En 1977, Laura Carlotto estaba en una confitería en Buenos Aires, junto a su pareja Óscar Montoya. Era un país peligroso para ser jóvenes, y peor jóvenes cuestionadores del sistema. Los militares que los secuestraron los llevaron, al poco tiempo, al centro de detención clandestino de La Chaca, en La Plata. A él lo torturaron y lo asesinaron frente a Laura, que estaba embarazada. Tuvo a su niño, que lo llamó Guido, pero a los dos meses la mataron. Cinco horas tuvo a su hijo en sus brazos. Después, los militares entregaron al niño a una pareja de campesinos, en Olavarría. Lo bautizaron como Ignacio Hurban.

El chico nunca supo que su padre era ‘montonero’, peor que era músico del peligroso rock en la banda Nosotros. Sus restos fueron hallados en mayo de 2009, gracias a un trabajo de la Iniciativa Latinoamericana de Identificación de Personas Desaparecidas. Lo habían enterrado como NN en el Cementerio de Berazategui el 27 de diciembre de 1977. El cuerpo, de 23 años, tenía 16 balazos, lo que demuestra que fue fusilado.

La dictadura argentina no solo robaba niños, también mataba: se calcula más de 30.000 asesinados. Sin conocer esto, el hijo, amante del jazz, escribió una canción titulada ‘Para la memoria’: “Si lapidando al poeta, se cree matar la memoria, que más le queda a esta tierra, que va perdiendo su historia”.

Lo que nunca pudieron, ni en sueños, imaginarse los milicos argentinos de esos años era que una abuela tenaz buscara a su nieto durante 36 años. Es Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, quien a sus 84 años, en estos días, merced a las pruebas de ADN, pudo abrazar a su nieto.

Hace cuatro años, la abuela, candidata al Premio Nobel de la Paz, escribió: “¿Cómo se puede querer tanto a alguien sin conocerlo, sin saber qué siente, cuándo ríe, por qué sufre? Trato de imaginarme tu cara. Le pruebo bocas, ojos, gestos. Naciste un 26 de junio de 1978... Hace 32 años que te llamás Guido y yo te extraño”. Guido es el nieto 114 encontrado.

El poeta Juan Gelman, a quien también le mataron a su hijo Marcelo, encontró a su nieta Andrea en 2000, y antes escribió: “Estas visitas que nos hacemos, / vos desde la muerte, yo / cerca de ahí, es la infancia que / pone un dedo sobre / el tiempo. ¿Por qué / al doblar una esquina encuentro / tu candor sorprendido?... ¿Tu soledad obediente / a leyes de fierro? La memoria / te trae a lo que nunca fuiste. / La muerte no comercia. / Tu saliva está fría y pesás / menos que mi deseo”.

Mario Benedetti dice ‘Desaparecidos’: “Están en algún sitio / concertados desconcertados / sordos / buscándose / buscándonos / bloqueados por los signos y las dudas / contemplando las verjas de las plazas…”.

¿Qué pensarán de esta historia los milicos viejos que aún viven? ¿Al igual que los conquistadores, cuando llegaron a viejos, se arrepentirán del exterminio? ¿Crearán capellanías para pagar misas a perpetuidad? ¿Aún habrá, en otros lares, quien diga que era por el bien de la patria? Hay que mirar la película Nostalgia de luz, del chileno Patricio Guzmán, porque demuestra que, a pesar de los pesares, a los desaparecidos tercamente nunca se olvida.

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