Guerras y trastornos mentales, una proporcionalidad aterradora

Vale la pena señalar que no soy experto en salud mental, pero si en salud púbica y desde este ámbito describiré una de las principales consecuencias de los conflictos armados.

Ni el más pesimista de los historiadores podría pensar que era posible la invasión bélica de un país a otro en medio de cientos de acuerdos y cartas de paz. Pues bien, hemos palpado que el ser humano no tiene límites ni reservas cuando se trata de imponer su interés por encima del bien común.  

Un grupo de países que alguna vez abandonó inteligentemente la inversión en armas redirigió su presupuesto para salvaguardar la seguridad de su población. ¿Cuánto de ese dinero se podría utilizar para mejorar los sistemas sanitarios ante las nuevas crisis que pueden presentarse? ¿Para combatir la desnutrición infantil o tratar el cáncer? ¿El calentamiento global? ¿La pobreza? La guerra solo confirma la decadencia de la sociedad en la que vivimos. En fin, hablemos de algunos datos y conceptos:

El Informe Global sobre Desplazamiento Interno, un documento anual del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC), dependiente del Consejo Noruego para los Refugiados, publicado en 2018, reporta que en el mundo viven 41,3 millones de personas desplazadas por conflictos en este momento. Eso es más del doble que la población de nuestro país ¿Cuántas de estas personas han visto afectada su salud mental?

En un trabajo científico publicado en una de las mejores revistas del mundo The Lancet, se logra actualizar las estimaciones realizadas en el año 2005 por la Organización Mundial de la Salud, OMS, sobre la prevalencia de los trastornos mentales en entornos de ingresos bajos y medios afectados por conflictos, mostrando que una de cada cinco personas en situaciones posteriores a eventos de este tipo puede desarrollar depresión, trastorno de ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia y que una de cada diez personas llega a tener un trastorno mental moderado o grave en cualquier momento.

Pero, ¿Qué es la salud mental? Sencillamente es un componente integral y esencial de la salud. Ya lo afirma la OMS: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.» Una importante consecuencia de esta definición es que la considera como algo más que la ausencia de trastornos o discapacidades mentales. En este sentido, la OMS define a la salud mental como “…un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad. En este sentido, la salud mental es el fundamento del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad.”

Por tanto, resulta vital emprender todo tipo de ayuda humanitaria que intente rescatar a las personas de los trastornos mentales, poner a disposición del mundo centros de apoyo para la atención de salud mental a través de brigadas o telemedicina en aquellos lugares afectados por los conflictos bélicos. Más aún cuando se avizora caos y devastación, esto nos obliga a pensar en estrategias dirigidas a combatir el surgimiento de dichas enfermedades.

La OMS advierte que, “…aunque las balas acaben de perforar los cuerpos y los misiles dejen de arrasar ciudades, los daños internos se prolongan muchos años más.” Así lo resume Van Ommeren, autor de la publicación más detallada sobre conflictos y trastornos mentales: "Cuando existe la voluntad política, las emergencias pueden ser catalizadores para crear servicios de salud mental sostenibles y de calidad que continúen ayudando a las personas a largo plazo".

Con la COVID-19 y las guerras, la siguiente catástrofe sanitaria será debido a una “pandemia de trastornos mentales”.

¡Hasta pronto!