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El Telégrafo
José Velásquez

Gracias Esteban

03 de febrero de 2020 - 00:00

El presidente suelta un comentario que pone en duda su compromiso por una sociedad sin acoso sexual; el vicepresidente convierte un encuentro con la prensa en un producto de imagen corporativa; un asambleísta bully experimenta con cosas que no entiende en nombre del humor. En medio de tanto autogol comunicacional, un monstruo de diez mil cabezas rugió una frase y me devolvió el buen humor.

Quizás la vanidad tuitera y las descalificaciones de rigor no permitan dimensionar la nobleza de un acto que parecería banal a simple vista: un profesional del fútbol regresa por primera vez al estadio donde fue ídolo para enfrentarse a su exequipo. Mientras calentaba, un tsunami bajó desde las gradas y lo arrasó. “Gracias, Esteban, por los años en esta institución”. Fue un abrazo de despedida entregado en varias réplicas y que rompió emocionalmente a Esteban Dreer. Cantaban su nombre y aplaudían su historia; el arquero solo atinaba a secarse las lágrimas porque los que hacen mucho realmente hablan poco. 

La gratitud es una moneda cada vez más escasa, pero en la cancha no hay mucho espacio para fingir. Aquí nadie se queda cuatro años si no hace las cosas bien y no hay propaganda que valga si no se deja la sangre por los colores. No basta con el esfuerzo ni con la buena intención.

Dreer no organizó la ovación. Se la ganó por su capacidad de tomar decisiones oportunas en forma valiente, sin asesores itinerantes ni encuestadores nulos. El fútbol es una metáfora perfecta de la vida, una suerte de espejo de aquello que los políticos llaman “pueblo”. Si no les gusta el azul pueden aplicar el mismo recurso comparativo con el amarillo de María Josefa, el blanco de Tomás o el rojo de Paúl. Más allá de la dirigencia o del negocio, el fútbol es una foto del mundo real y la política es el dibujo de un universo imaginario.

Los partidos se ganan sumando la planificación con el talento y el trabajo con el sacrificio. ¿Acaso no es una fórmula estándar de éxito?

Esa noche Dreer recibió dos goles y la misma tribuna que lo arropó antes del partido celebró la caída de su arco. No hace falta que los consultores vengan corriendo a descifrar la escena. Las leyendas también tienen que jubilarse porque en el relevo del héroe yace la victoria futura. (O)

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