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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La fundación española de Portoviejo

07 de marzo de 2019 - 00:00

El 12 de marzo de 1535 los españoles fundaron la singular Ciudad de Portoviejo, en un sitio próximo al pueblo de indios de Picoazá. Los invasores de la empresa de Pizarro merodearon las costas de la actual provincia de Manabí desde 1526, pero concibieron el lugar como una zona de paso y abastecimiento, hasta que se sintieron amenazados por otras empresas privadas, que igualmente buscaban apropiarse de espacios ricos y geoestratégicos.

Fue entonces cuando desde Piura se dio la orden al capitán Francisco Pacheco, para que avanzara rápidamente al norte y fundara una Villa en “Puerto Viejo”, la misma que debía funcionar como puerto e hito de frontera de la Gobernación de Pizarro, evitando que otros adelantados incorporaran el área a sus dominios, en medio del caos apadrinado por la Corona.

La historia de la fundación española de Portoviejo no tendría ese efecto de saga y subrealismo, si el asiento se hubiera quedado cerca del mar, como uno más de los puertos del nuevo orden colonial. Villa Nueva de San Gregorio de Puerto Viejo se movió varias veces hacia el interior, hasta quedar descolgada de las rutas activas.

El camino real no atravesaba la ciudad ubicada en 1605 a unas 8 leguas del borde costero, lo que hacía casi imposible su existencia en una zona sin minas, enfrentada a una crisis demográfica, que significó la disminución de más del 90% de sus pobladores nativos. Sin embargo, el débil espacio social tenía una fortaleza excepcional al estar ubicada en un recodo del único río de agua dulce permanente, del sur de lo que hoy es Manabí, provincia con déficit hídrico.

La aislada ciudad de españoles desarrolló una industria de agua dulce embotellada, para abastecer a los barcos que obligatoriamente recalaban en la costa cercana. Ese rol económico fue descubierto después de que los españoles del lugar abandonaron la ilusión de encontrar minas de esmeraldas, y reconocer que la agricultura del maíz y la elaboración de velas de cera de abeja eran otra forma de insertarse al naciente espacio económico peruano.

Portoviejo es la síntesis de una historia de maíz, agua y comercio, que la transformó con el tiempo en el ombligo político de la región de Manabí. Pero nada de eso hubiera sido posible sin la resistencia cultural de los pueblos de indios, entre ellos Picoazá, que se insertó en el propio rostro de la ciudad colonial, hasta convertirla en bifronte. (O)

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