Si en el día trabajan para un medio, pero en la noche se abrazan interesadamente con la fuente. Si dicen buscar elementos para contar las noticias, pero luego enseñan a otros cómo esconder esas evidencias. Si lo que esperan de las elecciones es convencer clientes que quieran cantar como sirenas. Si el periodismo para ustedes es un medio y no un fin, entonces no son dignos de este oficio.
Empecemos diciendo que detrás de las crisis social y económica está la crisis política. Que buena parte de los partidos y movimientos casi nunca han sido gestores de solución. Pero nos cautiva esa obsesión por el poder en el ejercicio público. El quehacer privado, la entereza de la clase media y la visión de los emprendedores, generan una atención secundaria. Y la causante de buena parte de nuestras desgracias se va nutriendo de esta entusiasta generación de politólogos, asesores parlamentarios, expertos en discursos y gurús de la imagen. Pero me temo que son pocos los que realmente suman; la mayoría fuma debajo del agua.
Y entre ellos hay colegas comunicadores, que confían en que ese nombre medianamente cultivado ante la opinión pública les sirva ahora para impresionar a políticos novatos. Ofrecen las recetas para enfrentar entrevistas y cautivar audiencias. Resulta vergonzoso notar cómo se ofrecen; es lamentable intuir que algunas alianzas ya están vigentes.
Alguien dirá que ingresar a la política es un derecho o que trabajar para un servidor público es una legítima oportunidad laboral. Estoy de acuerdo, pero entonces hay que hacerlo de frente y sabiendo que quizás sea un camino sin retorno. Pondero por ejemplo la valentía de Jorge Rodríguez, que dejó un futuro brillante en el periodismo televisivo con la ilusión de servir a Guayaquil desde otro espacio.
Esa sí es la forma, porque la política es lo suficientemente grave para asumirla como un proyecto temporal o complementario.
No importa si se los autorizó el jefe o si creen que nadie se da cuenta: colaborar con candidatos y funcionarios mientras se ejerce el periodismo es un claro conflicto de interés. Empeñar la capacidad de cuestionar por unos dólares es labrar dudas y desprestigios. Y recuerden que el único patrimonio que tenemos quienes generamos contenidos noticiosos es la credibilidad. Es una moneda que, en algunos casos, ya está irremediablemente devaluada. (O)