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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Freddie Gray

01 de mayo de 2015 - 00:00

Hay un problema sistémico. Hay un problema sistémico cuando la raza define el adjetivo. El lunes, la comunidad de Baltimore se tomó las calles en protesta por la muerte de Freddie Gray en manos de la Policía. Las protestas se tornaron violentas y los disturbios terminaron con el saqueo de tiendas. Los protestantes fueron descritos por la prensa y autoridades como “criminales”, “matones” y “cerdos”. Esas descripciones, en este sistema, son reservadas para los negros. Y de hecho, la mayoría de los que se tomaron las calles era de negros. Los blancos no salen a protestar por el abuso policial, porque la Policía no abusa de los blancos. Pero el año anterior, en San Francisco, los fanáticos de los Giants salieron a las calles, destrozaron comercios, quemaron sillones y estropearon paredes. 40 arrestos y dos tiroteos después, los que estaban en las calles seguían siendo fanáticos. Nada más.

Gray tenía una serie de arrestos, cargos y hasta convicciones en su récord. También era un miembro del coro juvenil de su iglesia. El récord policial, en el oeste de Baltimore, donde dos tercios de la población son negros, no es un reflejo de criminalidad. Es un reflejo del problema estructural. Es el problema de un sistema donde todavía ser blanco es ser más igual que el resto. Y las imágenes son aterradoras, aunque no sorprendentes. El reporte de la Policía indica que Freddie Gray no llevaba armas cuando fue arrestado. No estaba participando de ninguna actividad criminal. Cuando vio a la Policía corrió. Es decir, lo detuvieron por correr mientras era negro. Según la Corte Suprema, en áreas donde hay altos niveles de criminalidad, huir de la Policía le da capacidad legal para perseguirte. Esto tiene su propio racismo engranado.

Mientras la Policía metía a Gray en el camión, se puede ver sus piernas colgar. Testigos escucharon a Gray decir que tenía dificultades para respirar. Gray fue metido en el camión de Policía y en tres ocasiones se detuvieron, sin propiciar la atención médica que Gray necesitaba y por la cual imploraba desde el suelo. En algún momento entre el arresto y la estación de Policía, Gray sufrió una lesión grave a su médula espinal, su laringe estaba destrozada y su cuello se partió antes de caer en un coma y morir.

El lunes, las protestas por la muerte de Gray se tornaron violentas. Wolf Blitzer, de CNN, un periodista que ha cubierto zonas de guerra, veía con asombro cómo unos saqueadores entraban a una farmacia. La cobertura de una protesta se centraba en eso (no mostraban a la mayoría pacífica implorar a los manifestantes no darle una razón a la Policía, ni los voluntarios ayudando a recoger la basura y los escombros dejados por los saqueadores). Blitzer se preguntaba dónde está la Policía. Lo que también se preguntaba Don Lemon, dos días antes, cuando manifestantes impidieron la entrada a un partido de béisbol. Porque en todo esto se asume que la Policía es la solución para el descontento social, no la causa.

Y todo esto se enmarca en una ciudad con una alcaldesa negra, de un país con un presidente negro, donde todavía llaman a los manifestantes “matones”, y que lo pueden ser, pero que hablan menos de la causa de esta violencia. De las inequidades estructurales y opresivas del sistema. Un sistema de educación que le ha fracasado a la comunidad. Un sistema judicial, un sistema policial, un sistema carcelario que ha encontrado un nicho en la población negra. Pero eso no era el problema del lunes. El problema del lunes era llamar a la guardia civil lo antes posible. (O)

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