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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Frases célebres de la herencia

13 de junio de 2015 - 00:00

El tema de las herencias, tan debatido en estos días, también puede mostrarse desde la literatura. “Come a gusto y placentero, y que ayune tu heredero”, nos dice el refranero popular que también acota: “Lo heredado, no es hurtado”.

Por su parte, Virgilio ya nos advirtió: “Admira y ensalza las extensas posesiones, pero tú cultiva una pequeña heredad”. En este sentido, el periodista estadounidense nos legó una metáfora: “Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas”. Y, en este punto, viene la frase de la bailarina Isadora Duncan: “La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo”.

Como notará el lector, el tema de la heredad no solamente, al menos para estos pensadores, se traduce en labrado metal. También hay ironía. Así, Randolfe Wicker comentaba: “Si no fuera clonado antes de morir, dispondré en mi testamento que sea clonado después”.

Gaspar Melchor de Jovellanos escribía: “Perezcan de necesidad y de miseria los que, habiendo disipado la herencia de sus padres o no sabiendo sacudir su desidia, quieren todavía mantener el esplendor, rodeados por todas partes de la miseria”. De esa misma esencia llega la voz de Pedro Calderón de la Barca cuando señalaba: “¡Qué presto se consolaron los vivos de quien murió! Y más cuando el tal difunto mucha hacienda les dejó”.

Jorge Cafrune escribió un legado: “Yo quisiera que mis hijas aprendan a defenderse, a entender a una futura sociedad más justa. Que sepan no hacer diferencias entre la gente, que sean normales, que quieran, que respeten al semejante. Esa es la herencia que les voy a dejar: concepción social del mundo en que viven. Que sean gente bien, no ricos ni pobres, sino buenos. Que sepan dar, que sepan hacerse querer”.

Desde el Renacimiento, del siglo XV, nos habla el arquitecto y escritor italiano Leon Battista Alberti para decirnos: “El mejor legado de un padre es un poco de su tiempo cada día”. Y desde la filosofía oriental, Lao-Tse nos dejó una frase que, con el tiempo fue atribuida a Confucio: “Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida”.

¿Cuál puede ser la mejor herencia? Hay que leer la parábola del hijo pródigo y de los talentos, pero también las profundas enseñanzas del islam, de la cábala, de lo que nuestros abuelos andinos nos decían. Tal vez, para el poeta, la mejor herencia es una frase que lo justifique, como decía Borges.

En Monólogo del insumiso, de Juan José Arreola, podemos leer: “Estoy acribillado de deudas para con los críticos del futuro. Solo puedo pagar con lo que tengo. Heredé un talego de imágenes gastadas. Pertenezco al género de los hijos pródigos que malgastan el dinero de los antepasados, pero que no pueden hacer fortuna con sus propias manos. Todas las cosas que se me han ocurrido las recibí enfundadas en una metáfora. Y a nadie le he podido contar la atroz aventura de mis noches de solitario, cuando el germen de Dios comienza a crecer de pronto en mi alma vacía”. (O)

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