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El Telégrafo

¿Francotiradores en Ibarra?

14 de julio de 2012 - 00:00

La Fiesta de la Música, la época del Solsticio, convocó en Ibarra a 100 jóvenes músicos de toda la provincia. La algarabía se desarrolló en el parque Pedro Moncayo, junto a la Feria de la Cultura, donde mujeres de Salinas, La Victoria y Urcuquí vendían sus artesanías, mientras los artistas preparaban sus pinturas para realizar su arte urbano, primo hermano del grafiti que llevó, en el anterior siglo, a Basquiat a exponer en el MoMA de Nueva York.

Tras los respectivos permisos, socialización con los profesores y demás, se encontró que el mejor lugar eran las paredes de la escuela Luis Leoro Franco, en el sector de Yacucalle que, como su nombre lo indica, aún es considerado un lugar sagrado para las culturas originarias.

La iniciativa tenía los avales y estaba organizado por las regionales del Ministerio de Cultura de Ecuador, Ministerio del Ambiente, Ministerio de Educación, Municipio de Ibarra y, como en todo el mundo, con esa visión nacida en Francia, en 1982, con una evocación del lema “Prohibido prohibir”, como un legado del Mayo del 68. Pero, no, porque -al día siguiente- algunos inquisidores de esta época encontraron que en una de las paredes los jóvenes habían pintado a una mujer desnuda.

Ardió Troya. Los medios tradicionales no contaron el esfuerzo de realizar este arte callejero o street art, como lo define el colectivo Torre de Babel, sino que encendieron la “polémica”, más aún porque -como mostraron en las fotografías- cerca de la puerta del establecimiento también había el recuerdo de prácticas antihigiénicas en el Congreso Nacional (este mural fue borrado y se puso la regla del 3).

Allí nomás salió en la televisión local un tendero -con el respeto al gremio- a dar clases de moral y buenas costumbres, pero ni una entrevista a los artistas. Lo que sí hubo fue la advertencia de una ordenanza que, incluso, podría dictar el buen gusto.

Fue preciso indicar que en la mismísima Capilla Sixtina hay cuerpos desnudos, pintados por el gran Miguel Ángel, heredero de lo griego, y que, si vamos a esas, habría que vestir a la Maja desnuda, de Goya, y a Las tres Gracias, de Rubens, ponerles trajes de baño de los años 20, del siglo pasado.

Más allá de la anécdota, una realidad terrorífica: aún vivimos en la Colonia, como bien nos decía Agustín Cueva, sin mentar que algunos padres de familia sugirieron colocar santos para que iluminen a los niños en lugar de esos “adefesios”. Es imperativo la descolonización de los cerebros -la discusión de los espacios públicos- para que los jóvenes no crean que viven en un país de francotiradores contra el arte.

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