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El Telégrafo
Fernando Bustamante

Fetichismos tayloristas

24 de marzo de 2019 - 00:00

Una de las fijaciones anacrónicas más persistentes en nuestra mentalidad colectiva es la del modelo taylorista de estudio y trabajo. Esta forma de entender la actividad humana no es ni siquiera una rémora del siglo XX: se remonta incluso a conceptos organizacionales propios del siglo XIX.

Para entender en qué consiste este patrón, nada mejor que volver a analizar la descarnada burla que de él hace Charles Chaplin en su filme Tiempos modernos. Aunque realizado en 1936, él sigue teniendo plena vigencia en sociedades como la nuestra, donde aún creemos que la eficiencia pasa por la rígida aplicación de un sistema de trabajo moldeado por el imaginario de la cadena de montaje, y donde continuamos suponiendo que la productividad tiene alguna relación con el tiempo que una persona pasa encadenada a un “puesto”: escritorio, pupitre, oficina, taller, etc.

Todo nuestro sistema de disciplina educacional y laboral está construido en torno a la exigencia de la presencia en un lugar. Nos importa mucho más dónde y por cuánto tiempo están las nalgas del estudiante o del empleado, que lo verdaderamente importante: en qué están su cerebro y sus manos.

Si observamos las prácticas de control y de vigilancia institucionalizadas, podemos darnos cuenta de que
-amén de la naturaleza humillante que a veces revisten-, siguen aferradas a una concepción del ser humano como
“mecanismo” que debe ser calcado sobre las formas de la máquina.

Más grave aún: a este enfoque propio del capitalismo industrial de hace doscientos años, superponemos de manera no tan velada los supuestos hacendatarios aún más ancestrales respecto de la relación entre empleador y trabajador. El resultado es la reiteración grotesca de la relación amo-siervo; “modernizada” bajo las formas del maquinismo de unos marchitos “tiempos modernos”.
El trabajo hoy en día evoluciona hacia otras modalidades y nosotros seguimos insistiendo en perfeccionar hasta el vértigo las formas de organización más reaccionarias. (O)

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