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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

¿Fascismo virtual?

20 de agosto de 2018 - 00:00

El fundamento de los medios de comunicación, desde su invención, ha sido sostener que la libertad de expresión es el eje de la democracia (liberal). Con los años esa libertad se convirtió en la libertad de las elites que se apropiaron del Estado y el poder político para moldear un modo de ver y asumir la vida (social, cultural, económico, sexual, etc.) que incluso estetizó las costumbres –no de tod@s, por supuesto- y los valores morales vigentes.

Devino así un poder mediático enorme y su nivel de influencia es tal que, como se dice en incesantes ocasiones, lo que no es mostrado por los medios, no existe. Frente a eso, creo yo, hay la otra cara, retorcida y maliciosa, que consiste en que una mentira, un montaje, un dudoso crimen, reiterado/publicado mil veces en medios y redes sociales, y repetido por quienes miran sus smartphones (sin reflexionar nada) se convierte en excusa de bullying mediático, virtual y doméstico.

Los medios –y sus hacedores- llegan a pregonar que su función está más allá del bien y del mal. Recién el presidente estadounidense Donald Trump dijo que los medios son “enemigos del pueblo”. Enseguida más de 300 medios de ese país hicieron público un editorial rechazando la declaración.

No hemos visto aquí que los quijotes de la libertad de expresión se hayan pronunciado contra la actitud de Trump ni que sus dichos despierten las reacciones y los, en apariencia, sesudos comentarios de analistas y expertos en comunicación. Tal vez su silencio responde más al “respeto” o ¿sumisión? que merece el amo de un imperio que paga bien –no siempre figurativamente- la inocultable flojera de los que están llamados a criticar la prepotencia de un político lejos de su poder. Quizá por eso el envalentonamiento –casa adentro- es inversamente proporcional frente al caso Trump.

El doble rasero comunicacional del periodismo criollo (que implica, aunque lo nieguen, una visión política, ideológica y ética) explica por qué estos días, sin rubor, se provocó la lapidación virtual contra un académico que no piensa como el poder (neoliberal) quisiera. Si Trump insulta a los medios, se hacen los locos. Si un profesor universitario tiene posición y la defiende, es un insolente al que debe cortársele la cabeza. Una especie de fascismo virtual/intelectualoide está naciendo en el Ecuador. ¡Atenti! (O)

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