Facundo Cabral ha sido asesinado en la capital de Guatemala después de una semana de conciertos en ese país. Las causas del hecho están en investigación y ojalá puedan aclararse. Las características del crimen revelan un atentado bien preparado, en el que participaron tres vehículos y permiten concluir que estuvo claramente dirigido contra el cantante-poeta.
Para atenuar la sospecha de cualquier conspiración habrá que esperar a ver si ha sido una desafortunada confusión de cualquiera de los carteles de la droga que azotan a Centro América.
Caracterizado por un humor fino, Cabral había hecho de la mística expresada en sus canciones y en su poesía una crítica contra el culto a las cosas de la sociedad de consumo y a toda expresión de tiranía. En sus letras Cabral recurrió a las viejas tradiciones franciscanas que invocaban la austeridad como una protesta a la opulencia del papado y que fueron actualizadas por movimientos contestatarios, anarquistas, hippies y románticos que asumieron una forma de vida alternativa al consumo irracional que empezó a generalizarse desde la década del sesenta.
Las canciones y la poesía de Cabral constituían un reconocimiento constante a fuentes tan dispares como el budismo zen y poetas como Walt Witman o Jorge Luis Borges. La mística de sus canciones enarbolaba un llamado a encontrar la riqueza no en el mercado sino en la naturaleza y en el reconocimiento diario de lo que entendía como el milagro de la vida.
En el trabajo de Cabral se transmite la necesidad de reconocer el aquí y el ahora que tanto marcó a las generaciones contemporáneas y a corrientes de pensamiento en boga durante los sesenta y setenta como la gestalt.
Pero mientras para muchos la validación de ese presente devino en una ética banal y narcisista realizada en el consumo posmoderno, artistas como Cabral acentuaron su rechazo al mercantilismo y llamaban a maravillarse ante lo que no estaba marcado por el precio.
La propuesta estética de Cabral fue la consecuencia de una vida llena de grandes tropiezos, como el abandono de su padre, una niñez oprimida por grandes penurias económicas y haber conocido correccionales en su juventud. A esto se sumó la muerte de su esposa y de su hija en un accidente aéreo y la ceguera en sus últimos años.
A pesar de esas circunstancias tan tormentosas, Cabral consideró que siempre habría que agradecer a la vida y consideraba la depresión como una distracción ante la maravilla de vivir.
