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El Telégrafo
Daniel Simancas

Explosión de coronavirus, mensajes contradictorios y la piel de todos

02 de febrero de 2022 - 00:00

Han pasado 15 días desde nuestro último encuentro y tengo mucho por decir. ¡Empecemos ya!

"No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie". Eduardo Galeano

 

¿A quién no le gusta ver jugar a la Tri?

La mayoría de nosotros realmente amamos a nuestra selección, el fútbol es un fenómeno social que une a la familia para llenarla de esperanza y optimismo. Esa sensación inequívoca de alegría, que enciende nuestras pasiones y nos repleta el corazón de pertenencia y orgullo, realmente es hermosa. ¿Una emoción sin costo?

Sabemos lo que significa este deporte para nuestro país. Sin embargo, lo que no hemos aprendido son las consecuencias que podrían tener los eventos masivos para el curso de esta pandemia. Los partidos de fútbol en Guayaquil en 2020, al inicio de la crisis sanitaria, o la final del campeonato nacional 2021 fueron sin lugar a duda detonantes de miles de contagios.

Un estudio internacional evidencia el resultado final de un terrible desacierto. El contagio masivo que generó el partido entre las selecciones de Escocia e Inglaterra, con más de dos mil personas contagiadas. Lamentablemente pecamos de ingenuos al creer que en estos eventos reina la bioseguridad, se cumplen los aforos, se mantiene la distancia física, o simplemente que las personas no se retiran las mascarillas, no gritan, salen ordenadamente y sin detenerse a consumir alimentos en los alrededores de los estadios.

El partido de fútbol del pasado jueves, 27 de enero, entre nuestra selección y la de Brasil fue motivo de críticas. Las imágenes de televisión evidenciaban algo distinto. No se habría cumplido el aforo establecido por el COE Nacional, lo que hizo indignar a un alcalde y su enojo no hace más que demostrar la desatinada decisión de permitir público cuando no se debía hacerlo.

No está por demás mencionar que en este enero superamos récords históricos de contagios, llegamos a tener aproximadamente 45 mil casos por semana y hasta 10 mil por día (a pesar de lo poco que podemos detectar) y que perfectamente se podría multiplicar por cuatro para tener una mayor precisión en los datos y aplacar el terrible subregistro que tenemos en el país. Y qué decir de los muertos, superando los 100 fallecimientos semanales y hasta 20 por día a causa de una enfermedad que es prevenible.

Recordemos que en diciembre pasado el exceso de decesos sobrepasó las dos mil personas fallecidas sobre los promedios históricos esperados. La información que les presento, sirvió en un inicio para generar algo de conciencia en un COE que se ha caracterizado por tomar decisiones reactivas y no preventivas. Suspender el público en el partido hizo celebrar a más de un epidemiólogo y generó ansiedad en muchos empresarios entusiasmados con la tan necesaria reactivación económica.

Finalmente, las máximas autoridades exhortan (palabra desgastada por el propio COE) a revisar las medidas dispuestas sobre el aforo del partido Ecuador- Brasil y en pocos días se cambia una decisión que transmitía un mensaje claro y potente a la población, un mensaje que prefería la salud de millones por encima del placer de un grupo de asistentes al encuentro. Sin embargo, de la noche a la mañana, sin un sustento científico, se cambió de decisión y nos sumergimos en un relajamiento y una reducción en la percepción de riesgo de todos, al aprobar el aforo de un “50%”.

Si nuestras propias autoridades no creen en el COE y sus decisiones, ¿qué esperamos de nuestra gente? ¿Para qué está dicha entidad? ¿Qué papel juega el Ministerio de Salud dentro de la cancha de las decisiones pandémicas? ¿Hemos cambiado una ola en las gradas por una ola en los hospitales?

Ahora, lo que nos queda es tan solo esperar a que las consecuencias de estas decisiones equivocadas no tengan el impacto en los más vulnerables. Es decir, más contagios, muertes y presión sobre nuestros profesionales de la salud que son los que pagan los platos rotos de un excesivo quemeimportismo, falta de empatía y solidaridad con sus agotadoras y riesgosas jornadas. Crucemos los dedos y esperemos estar equivocados.

¿Esta pandemia ha sacado lo mejor de nosotros? Saquen sus propias conclusiones, por mi parte prometo escribir sobre este tema, cuando nos volvamos a encontrar. Hasta pronto.

 

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