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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Estrategia de la batalla de Ibarra

12 de julio de 2014 - 00:00

El próximo 17 de julio se conmemorará la llamada batalla de Ibarra, de 1823. Fue una disputa entre el antiguo régimen, representado por vecinos realistas de Pasto, liderados por Agustín Agualongo, frente a las huestes patriotas, conducidas por el Libertador.

Los partes de guerras nos revelan los hechos. Simón Bolívar decide -como buen estratega- confiar en dos elementos: el factor sorpresa y la formidable fuerza de su caballería, por lo que días antes había pedido expresamente que los caballos para este fin no sean utilizados, bajo pena de castigo.

La estrategia consistió en que el ejército de Bolívar no llegaría por el Camino Real sino por las faldas del tutelar Imbabura, flanqueando por el lado sur, hacia la quebrada del Abra, en el flanco oriental, por la tarde del 16 de julio. Al amanecer, el ejército comenzó a descender hasta Ibarra, en medio de la protección de los árboles de nogal, guabo y sauces, que se encontraban en el sector. Y aquí la posición de las diversas divisiones: “A la derecha e izquierda del camino de Ibarra, se movería la infantería; la caballería al centro, en orden cerrado, con la consigna de avanzar sobre la Villa y tomarla, simultáneamente”.

A las dos de la tarde, una patrulla de los realistas que cuidaba los caballos en el sector oriental de Yacucalle, donde había abrevaderos, fue alcanzada, habiéndose escapado dos hombres heridos que fueron a dar aviso.

El saldo: 800 realistas pastusos muertos, frente a 13 patriotas, en una estrategia donde la poderosa caballería triunfó contra una infantería que conocía más un escenario de montañas que un valle, como Ibarra. Con la toma de Lima, el 18 de julio, por parte del monárquico Canterac, y la batalla de Maracaibo, apenas el 24 de julio, la batalla de Ibarra fue decisiva porque de allí siguió la liberación de Perú.

“Yo pienso defender este país con las uñas”, dijo el Libertador en carta a Santander, recalcando que, si perdía esta contienda, la guerra de la Independencia se prolongaría hasta el infinito. Un punto decisivo de la gesta fue la colaboración patriótica de los actuales imbabureños, quienes informaron los avances de las tropas enemigas y después los persiguieron en su huida hasta el Chota.

La estrategia del Libertador es admirable. Sabe que las huestes pastusas son formidables en su entorno de breñas y montañas y -en los partes de guerra- ordena al general Salom que atraiga al enemigo desde el Puntal, la actual Bolívar, hacia las llanuras del Valle de Ibarra, haciendo creer al adversario que el ejército patriota retrocede por temor. Y aquí la clave: se trató de una disputa entre una caballería bien armada y experimentada -aunque tenía una infantería novata- frente a una infantería pastusa habituada a lo que se conoce como guerra de guerrillas, pero en sus montañas y no en un valle donde fue presa fácil. Y otro detalle: el patriotismo de los imbabureños e ibarreños, quienes, al inicio, tenían bien informado al ejército patriota y después persiguió al desolado ejército de pastusos, “más realistas que el rey”.

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