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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

Estado y economía en la experiencia histórica

30 de octubre de 2017 - 00:00

Hasta bien entrado el siglo XX Ecuador era un país ‘pre-capitalista’, atrasado y subdesarrollado, para emplear antiguos conceptos.

Los primeros intentos industrialistas pertenecen al predominio liberal alfarista, a fines del siglo XIX. Pero el avance manufacturero fue insignificante. Con los gobiernos de la Revolucion Juliana (1925-1931) se inició un largo proceso de superación del régimen oligárquico hasta entonces vigente. Nació el intervencionismo estatal sobre la economía, limitado a la esfera monetario-financiera (Banco Central, Contraloría, Superintendencia de Bancos), la atención estatal a la cuestión social-laboral (Ministerio de Previsión Social y Trabajo, Direcciones de Salud, Caja de Pensiones, leyes sobre el trabajo asalariado) y el sistema impositivo directo (impuesto a la renta), desde entonces resistido y evadido por las élites.

Solo en las décadas de 1960 y 1970 recobró impulso la modernización económica y el definitivo camino capitalista, antes imposible exclusivamente por la iniciativa privada. Aun así, todavía pesaba el domino oligárquico y el de la hacienda. Fueron fundamentales la reforma agraria, la industrialización alentada y protegida por el Estado, la planificación, la inversión pública en infraestructuras y servicios. Bajo ese ‘desarrollismo’ y con el auge petrolero, el país se transformó como en ninguna otra época.

Durante la década de 1980 el desarrollismo fue abandonado y en la de 1990 floreció el modelo empresarial bajo un cuádruple criterio: retirar al Estado de la economía, reducir o suprimir impuestos, precarizar y flexibilizar el trabajo, vincularse a la globalización capitalista. Fueron años del retorno hegemónico de los intereses privados en la economía.

Ese ‘modelo’ trajo consecuencias inéditas; progresaron los negocios, creció la empresa privada, avanzó el capitalismo; pero sistemáticamente se deterioraron las condiciones de vida y trabajo de la población, dominó la política una clase partidista que desinstitucionalizó al Estado, se abandonó todo latinoamericanismo y sobrevino la ruina gubernamental, ya que en apenas una década (1996-2006) hubo 7 gobiernos, 1 efímera dictadura y 3 presidentes derrocados.

En la década 2007-2017 se dio continuidad, en buena parte, a la herencia histórica de esa triple conjunción de políticas que vienen desde la época juliana y el desarrollismo, esto es: intervencionismo estatal, políticas sociales, impuestos directos. Y sus logros son destacados por organismos internacionales (Cepal, BM, FMI, PNUD), cuyos informes parecen ser lanzados al olvido por las conveniencias políticas.

Si en Ecuador se acudiera a la historia como fundamento para hacer política, debería reconocerse que las épocas de hegemonía empresarial y de los intereses privados han sido las peores para el progreso social, el bienestar nacional, la gobernabilidad y hasta la modernización.

Hay que repensar, por tanto, las implicaciones que tendría para el país el cumplimiento de las añoradas ideas del neoliberalismo económico, que persisten en la mente de los clanes y grupos oligopolistas de Ecuador. (O)

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