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El Telégrafo

Estado con shungo

13 de julio de 2012 - 00:00

No creo en la neutralidad del Estado. Entiendo la neutralidad del Estado como el laissez faire de la modernidad, donde la aparente carencia de una razón ideológica de Estado lo convierte en un ente neoliberal por su calidad de indiferente. Creo, eso sí, en un Estado con shungo. Eso no quiere decir que el Estado debe ser ideológicamente encasillado para responder a la visión unilateral del partido político de mayoría.

El Estado se determina en un manifiesto común: la Constitución. Bajo ese criterio, no cabe decir que vivimos en un Estado de izquierda o en un Estado del socialismo del siglo XXI. Esos son vehículos que utilizamos para alcanzar el bienestar. Somos, como entiendo nuestra Constitución, un Estado garantista, un Estado humanista y ecocéntrico. Un Estado del Buen Vivir.

Bajo esa lógica, es importante no entender al Estado por su tamaño. Al Estado se lo debe entender por su eficiencia. Un Estado eficiente que actúe sobre la  base de  la realidad y no de conjeturas teóricas o utopías importadas. Sin dejar de lado sus políticas, el Estado debe mutar en tamaño de acuerdo a las necesidades de la sociedad. Estudiar los espacios donde una intervención es necesaria y aquellos donde la comunidad ha logrado armonizar las relaciones humanas.

En este contexto, el Estado no puede caer en el letargo de los debates excesivamente moralistas o doctrinarios sobre las libertades y los derechos -legalidad del aborto, matrimonio homosexual, legalización del consumo de drogas- cuando la realidad no recae sobre el ejercicio real de esa libertad, sino sobre otras consecuencias derivadas de estos actos y que no son necesariamente solucionados con prohibiciones o autorizaciones, sino con una regulación efectiva de la realidad.

El debate engrandece a una sociedad y su democratización colectiva. Es el acto de libertad más íntimo al ser humano. La capacidad de expresar tu libre decisión intelectual en contrapunto a otra. El Estado acoge los espacios y los protege. Lo que no puede hacer es esperar a que este debate procure una respuesta tangible a los problemas sociales. La dicotomía abortista, por ejemplo, seguramente continuará, pero las consecuencias sociales que genera el aborto siguen a pesar del debate.

El Estado diligente debe buscar las soluciones para mejor regular sobre esta situación (aquellas mujeres que mueren por la clandestinidad del aborto, que lo seguirán haciendo a pesar de su legalidad o ilegalidad) y buscar las alternativas para evitarlo. Dejar que la dicotomía se resuelva sola.

Un Estado eficiente. Un Estado regulador de realidades y no celestino de posibilidades. Un Estado con ideal, con shungo, pero diligente sobre la marcha.

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