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El Telégrafo

Estadista africano hacia los altares

25 de diciembre de 2011 - 00:00

Antes de que finalice este año internacional de los afrodescendientes, dedicado, entre otros objetivos, a la promoción de un mayor respeto y conocimiento de la diversidad, de su herencia y su cultura, rindo  homenaje a un africano excepcional, Julius Nyerere (1921-1999), padre de Tanzania independiente. No tuve el honor de conocerlo personalmente, pero sí a su hermano José, cuando estuve en su  país para observar el ensayo socialista de un presidente católico inspirado por la teología de la liberación.

Tres hechos fundamentales merecen destacarse, entre los muchos que justifican, que se le considere paradigma de gobernante en un país en vía de desarrollo.

1-Por la vía pacífica en 1964 condujo a su país a la Independencia  y se dedicó a sentar las bases para el bienestar general, con total dedicación y honradez. Dio prioridad desde un principio a la educación, lanzando un titánico proyecto de alfabetización en un país multilingüe; para tal efecto impuso  el swahili como lengua franca, a la que tradujo el Julius Cesar de Shakespeare. Hoy lo recuerdan como “Mwalimu”, maestro.

2-Su política estuvo marcada por lo que denominó “Ujamaa”, que significa unión, reunión entre los hombres, y en su caso “aldeización”. Se basó en la tradición comunitaria ancestral para lanzar en 1967 su famosa experiencia de desarrollo comunitario. Su objeto era la sedentarización de la población rural nómada, con la construcción de aldeas comunitarias provistas de los servicios necesarios en materia de educación, salud, administración, distribución, comunicación y demás servicios básicos; un socialismo "a la africana" enraizado en tradiciones colectivistas africanas, en el espíritu de familia" y de solidaridad; experiencia que se vio frustrada por la hostilidad no sólo de los ricos propietarios de tierras, sino también  de los burócratas de la administración.

3-El haber dejado voluntariamente el poder en 1985, opuesto a las políticas abusivas del FMI, para dedicarse al panafricanismo, a la lucha contra el apartheid y a promover el diálogo sur-sur. Para tal efecto visitó jefes de Estado de varias regiones del mundo, comenzando por América Latina.

Murió en 1999. En 2005 se inició en Roma la causa para su canonización. Según el cardenal Pengo, su compatriota, se quiere así “animar a los políticos, estadistas y hombres de negocios a vivir una vida que pueda llevarles a la santidad”. Será un justo reconocimiento a una vida de solidaridad en imitación de los primeros cristianos.

Feliz Navidad deseo a mis lectores.

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