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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Está el catolicismo muriendo?

26 de octubre de 2017 - 00:00

Nací en una familia que, si bien era muy de izquierda, profesaba un tipo de catolicismo bastante ortodoxo. Mi educación primaria y secundaria fue en la religión católica, pero muy pronto me sedujeron las ideas de Marx y por supuesto, la Revolución Cubana. Pero mi venerada Escuela Politécnica Nacional de Quito, que es mi alma mater, aparte de ser un templo del saber, era un baluarte muy ‘curuchupa’ partiendo desde su icónico rector de esa época, lo cual no me dio tiempo para ser muy ideológico.

Más tarde aprendí a ser un hombre libre y de buenas costumbres y un libre pensador entre la escuadra y el compás en cuya hermandad la fe en Dios era indispensable. Mas la G dentro de su símbolo, no era tanto de God (Dios en inglés) cuanto la G de geometría. Y mi fe se hizo más filosófica que ritual. Con los años descubrí que el rito, la ceremonia y la oración eran tan importantes en mi vida, como las muletas para un inválido. Y regresé a la Iglesia católica, eso sí, con muy frecuentes crisis de fe.

Voy regularmente a misa, a pesar de que no entiendo por qué se insiste en usar plegarias que, si bien tienen origen bíblico, nada tienen que ver con un mundo globalizado y peor con nuestro entorno nacional. Algunos Evangelios son impactantes, a pesar de haber leído muchos de los evangelios apócrifos que presentan una visión algo distinta de Jesús. Reconozco que hay sacerdotes que son inteligentes y sus homilías son realmente una guía espiritual. Pero la mayor parte son curitas muy devotos, pero sin preparación para conducir feligreses en nuestro mundo actual.

Y algo que es muy visible, los parroquianos somos todos unos viejos beatos y hay muy pocos jóvenes en las bancas de los templos, por lo menos en el horario que yo asisto. Y claro, hacemos juego con curitas también muy ancianos. Y uno no puede más que preguntarse: ¿Está el catolicismo muriendo? Las estadísticas son muy claras, a pesar de que somos 1.229 millones de católicos en el mundo, 49% de los cuales estamos en el continente americano y somos la más numerosa religión, seguida por el islamismo, el crecimiento es muy pequeño, frente al acelerado incremento de las otras denominaciones de cristianos.

He conversado con una amiga mía, que ha mantenido su catolicismo a través de sus 70 y más años, con mucha elegancia y pulcritud, pero sus palabras fueron sobre traición e hipocresía. Esta dama que mantuvo y alimentó su fe incólume en toda su vida, ahora, a pesar de que sí cree en los preceptos católicos, el respeto que tiene en la gente que lidera la Iglesia católica se ha esfumado y en su lugar hay ira y enojo. Y no faltaba más, los frecuentes escándalos de obispos y cardenales que salen ahora a la luz y que han sido vilmente encubiertos por una cúpula clerical sin ningún principio moral, ponen a prueba al más creyente. Peor cuando el mismo papa Francisco tiene que afrontar el rechazo por su visión reformista.

Desde mi perspectiva que quiere ser ecléctica, la Iglesia católica requiere una nueva convulsión eclesiástica al estilo de Martín Lutero en el siglo XVI para provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de nuestra Iglesia católica, sin  negar al papa Francisco su jurisdicción sobre la cristiandad. Y esto sí demanda la fe en los milagros. (O)

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