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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Esmeraldas, entre el racismo y la resistencia

28 de abril de 2018 - 00:00

La belleza de la tierra esmeraldeña, con sus colores verdes penetrantes, sus cálidas playas, sus suaves colinas, solo se compara con la de su gente amable, alegre e indómita. Muy joven, cuando me acerqué a la literatura ecuatoriana, descubrí a un Estupiñán Bass que me conmovió profundamente, él junto a Adalberto Ortiz, Antonio Preciado y tantos otros literatos y poetas, nos muestran en la literatura lo mejor de la negritud.

Además, su vibrante música y exquisita gastronomía dan muestra de su rica cultura. Fanon ha señalado que “los condenados de la tierra”, si bien han sufrido una violenta colonización, no están domesticados, y la supuesta pereza es una forma de resistencia para oponerse a su explotación. Él recalcó en la materialidad de sus luchas asociadas al acceso a la tierra, por ejemplo.

La categoría “negro” ha estado plagada de ambigüedad a lo largo de nuestra historia, y el lugar de la negritud en la conformación del Estado nacional ha sido soslayado, puesto que se ha asociado a estereotipos discriminatorios, como inferioridad, carencia de civilización, pereza, sexualidad desbordante.

En Ecuador, la meta de mestizaje y blanqueamiento desplazó cualquier reconocimiento de la negritud y los mantuvo cercados geográfica y simbólicamente. Este cercamiento se ha expresado en los extremos indicadores de pobreza, analfabetismo, carencia de servicios básicos, desempleo. Es decir, la infamia y el racismo descarnado han sido una constante en la vida republicana.

Toda esta exclusión solo se profundizó durante el correísmo, no solo porque no mejoraron los indicadores sociales, sino que, por una perversa asociación de racismo y revancha política, dejó a Esmeraldas a su suerte. Esto se exacerbó de forma grotesca después del terremoto, cuando se negaron recursos a esa provincia bajo el espurio argumento de que allí no había sido el epicentro de la catástrofe. Hoy, Esmeraldas, provincia fronteriza con la plaga del narcotráfico y terrorismo, es víctima nuevamente de una situación de inseguridad y violencia que va a afectar aún más sus deteriorados indicadores sociales y económicos.

En este contexto, es vital una firme reactivación de su sociedad civil, así como de sus actores políticos, aunada a políticas públicas que muestren que la provincia y su negritud son parte fundamental de nuestra diversidad cultural en un Estado plurinacional. (O)

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