Un sondeo de opinión revela que la mayoría de los brasileños es optimista frente a lo que podrá ser el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro. El 64% de los entrevistados dice creer que será óptimo o bueno. Es un porcentual superior al alcanzado entre los votos válidos de octubre (55%) y supera lo obtenido por Bolsonaro entre los electores brasileños (39%).
¿Qué es lo que lleva esa gente a demostrar optimismo? ¿Por qué confiar en alguien tan claramente limitado, incapaz de concluir una frase mínimamente comprensible? A no ser por su infinita capacidad de destilar odio y violencia, ¿qué de concreto y viable ha sido anunciado para prever que el gobierno del furibundo capitán traerá cosas buenas? El 46% de entrevistados mencionó la salud pública como principal problema del país, seguido por el desempleo (45), la corrupción (40), la seguridad pública (38) y la educación (32).
¿Cuáles son los proyectos concretos anunciados por los que se instalarán en el poder en un par de semanas? Ninguno. Pero la degradación política, social, moral e institucional alcanzó tal grado que la irrupción de alguien que se proclama “nuevo” atrae a caravanas de desesperanzados.
Ese raro mesías supo mostrarse como un cruzado en la batalla contra la corrupción. Pero este punto podrá causarle un desgaste contundente. El 15 de octubre, Flavio Bolsonaro, uno de los tres hijos del capitán, cesanteó a un sargento de la Policía Militar de Río de Janeiro.
El motivo: un informe del Consejo de Control de Actividades Financieras, el COAF, institución dedicada a seguir todas las operaciones bancarias en el país, detectó “movimientos atípicos”: con un sueldo de poco más de $ 2.000 mensuales, entre enero de 2016 y de 2017 Queiroz movió en sus cuentas bancarias alrededor de $ 300.000.
Hubo un primer silencio estruendoso, el del mismo COAF. El otro escándalo vino después: cuando la noticia llegó a los medios de comunicación, Queiroz desapareció. Y Bolsonaro padre se limitó a decir que los 24.000 reales correspondían a un préstamo personal que había concedido al amigo de la familia.
Para Bolsonaro o para cualquiera, presentir que hay escándalos a la vuelta de la esquina quizá no sea exactamente la mejor manera de estrenar gobierno. (O)
