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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Es posible levantar nuestra economía?

19 de octubre de 2017 - 00:00

Hay un nuevo programa económico del Gobierno para reactivar nuestra economía. Felizmente fue concebido, como debe serlo en el sector público, a través de la discusión y el debate para evitar la tiranía de las asunciones dogmáticas. El tema es en realidad cómo movilizar las diferentes formas de capital para reconstruir el Estado. Para empezar, hay que reconocer que vivimos un entorno democrático y capitalista, de los cuales no se beneficia la gran mayoría de los ecuatorianos, ya que si bien no es necesariamente una democracia represiva, definitivamente seguimos en un tipo de economía de industrias extractivas y pagamos por asistencia técnica tan costosa que se ha vuelto una forma de corrupción, y no ha sido capaz de pensar en nuestro desarrollo en forma creativa y orgánica.

Y estamos localizados en un solo mundo globalizado, que no es necesariamente inclusivo, pero que nos obliga a aceptar premisas de un régimen de derechos y responsabilidades y de rendición de cuentas. Y en este entorno se desarrolla nuestra economía, nuestra sociedad civil y nuestro gobierno. Pero la teoría económica tradicional que se enseña en las universidades es prácticamente inútil en el contexto de nuestro país afectado por la pobreza, el desempleo, la tentación del narcotráfico y las poderosas mafias de la corrupción. Esto es lo que nos debe obligar a salir hacia adelante y no se lo hace mediante elaborados algoritmos matemáticos a los cuales, como académico, les tengo profundo respeto.

El Gobierno debe guardar y preservar para sí sus principales funciones: control sobre la violencia y la inseguridad; control administrativo; control sobre las finanzas públicas para la creación de la riqueza, su redistribución y los impuestos; inversión en el capital humano; creación de derechos ciudadanos mediante políticas públicas; provisión de la infraestructura; administración de los activos tangibles e intangibles del Estado mediante adecuada regulación; creación y apertura a los mercados; elaboración de acuerdos internacionales, incluyendo crédito; y definitivamente la creación de leyes y su sujeción a un Estado de derecho.

Para lograrlo, tenemos que repensar la noción de capital y el menos importante en este gran proyecto es el capital financiero: el dinero, que en nuestro país no es realmente capital, sino solo efectivo, pues carecemos de estructura institucional, organización y habilidades gerenciales para transformar este efectivo en capital.  Y de hecho lo que se necesita es obtener todas las formas de capital: capital físico, capital institucional, capital social, capital humano, evidentemente capital financiero,  y lo que es más crítico, el capital que proporciona la seguridad y el acceso a la información. El Gobierno debe atraer la inversión privada para que logre esta transformación.

Tardamos 18 años en formar un profesional y unos 22 un PhD, lo cual nos lleva a repensar en el tema del tiempo. No podemos repetir las modalidades que hemos heredado. La mayor parte de nuestra población está por debajo de los 20 años de edad. Ellos miran la vida de diferente manera y necesitan que les demos una guía distinta y otra forma de entrenamiento para desarrollar sus habilidades. Hay que orientarlos no solamente a solucionar problemas, sino sobre todo a involucrarse en su responsabilidad social global. Tienen que inmiscuirse en los temas de la corrupción y no solamente en la búsqueda de un ambiente sano. Si los jóvenes no se interesan en los lacerantes problemas de la corrupción y su erradicación, ¿entonces quién lo hará? (O)

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