Sin duda la envidia es el deporte nacional del país. Ejemplifiquemos cómo funciona la lógica del odio: si ganas las elecciones es porque hubo fraude (dice el don nadie); si eres catedrático es porque el decano es tu amigo (dice quien nunca pisó una universidad); si eres el mejor graduado es porque copiaste (dice el vago); si tienes un BMW es porque eres narcotraficante (dice el que va en Trole); si vives en una gran casa es porque eres corrupto (dice el que todo el día quiere que sean las cinco de la tarde para salir del trabajo).
Si te ascienden en tu trabajo es porque te acuestas con tu jefe (dice el que lleva en un cubículo 40 años); si tienes una esposa que roba miradas, es porque tienes dinero (dice el divorciado con acné); si eres esa novia guapa, él no está contigo por tu cerebro, sino por tu cuerpo (dice la que se siente fea); si eres abogado y ganas un gran juicio, es porque compraste a los jueces (dice el abogado que hace fila afuera de flagrancia buscando borrachitos); si eres un best seller internacional es porque escribes literatura basura, para gente inculta (dice quien máximo ha leído el diario Extra); si te vas de viaje a Europa es porque eres un miserable que bebe y come en Francia mientras el pueblo se muere de hambre (dice quien rechaza trabajar los fines de semana porque le da fatiga); si hablas muchos idiomas es porque eres un niño de mami, al que le pagaron profesores privados (dice el que escribe haiga en lugar de haya).
No exagero y ustedes lo saben. Hoy el éxito es un pecado sin perdón. Afortunadamente no todos somos envidiosos. Yo por ejemplo, a los anteriormente descritos los veo así: un político exitoso; un académico generoso; un estudiante ejemplar; un empresario que trabajó 112 horas a la semana y sacrificó su vida privada para conducir el vehículo que le da la gana, comer lo que le da la gana y vivir donde le da la gana; alguien que con esfuerzo consiguió ascensos; un buen ser humano que encontró a su media naranja; una sabia mujer que no le importa el físico de los demás; un abogado apasionado, aguerrido, preparado; un sabio escritor; un obrero que entendió que viajar es mejor que ahorrar; un humano que hizo hasta limoncello con los limones.
La envidia es el recurso de los acomplejados. Recuerden lo que decía San Martín: “Serás lo que debas ser o no serás nada”. Continuará… (O)
