El elemento más importante de la educación integral es la enseñanza de valores. Es crucial la enseñanza de la ética, la moral, cívica, la urbanidad y la espiritualidad. Una comunidad y país virtuosos, que mayoritariamente practican de forma cotidiana los valores son prósperos, equitativos y felices.
Lamentablemente, cuando el conjunto de la sociedad no practica valores, es víctima de los vicios (drogadicción, alcoholismo, delincuencia, etc.) y de la corrupción. La educación puede ser muy buena en lo corporal, emocional y en los conocimientos, pero si es deficiente en la enseñanza de valores, los ciudadanos se convierten en un peligro social, porque trabajan solo en beneficio propio y en perjuicio de las instituciones privadas y públicas donde trabajan.
Las personas con pocos valores creen que no deben perder las oportunidades que se le ofrecen para robar. El mayor orgullo para ellos es adquirir la mayor cantidad de dinero, de cualquier forma, en el menor tiempo posible.
Es una práctica cada vez más extendida en las instituciones privadas y públicas el solicitar y recibir dinero por los contratos que se realizan. Solo se puede disminuir esa tendencia corrupta cuando la mayoría de los administradores públicos y privados sean virtuosos.
Konosuke Matsushita, considerado por John P. Kotter como el más grande empresario del siglo XX, tenía como misión que sus productos tuvieran 30 por ciento mayor calidad que los similares y que costaran 30 por ciento menos. Su gran pena fue que muchas empresas tuvieron que dejar de existir.
El doctor Ramiro Larrea Santos, como presidente de la Comisión de Control Cívico de la Corrupción, en la conferencia “La ética en la gestión pública, en el Programa de Capacitación en Gobernabilidad y Gerencia Política”, el 15 de febrero de 2003, dijo: “Las instituciones públicas no son los únicos ni los más importantes sujetos activos en el combate contra la corrupción. El protagonismo lo debe tener la sociedad civil”. (O)
