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El Telégrafo
José Velásquez

Encuentro a medio camino

19 de abril de 2021 - 00:00

Cuando la tierra tembló hace cinco años el país se puso detrás de una causa nacional llamada Manabí y Esmeraldas. Una joven abogada porteña llenaba su casa de donaciones solicitadas en redes sociales y un equipo de fútbol aprovechó su gloria deportiva para darle una mano a 2.500 familias.

Pocas cosas son tan potentes como la voluntad individual sumada a una causa común, o tan elocuentes como el desprendimiento. Lo vimos también en 1995 cuando el presidente Durán Ballén nos unió en un puño para contradecir a la historia y por fin vencer. Es que a veces para ganar hay que aprender a sacrificar, y lo acabamos de ver en el giro de timón que dio en la segunda vuelta Guillermo Lasso.

Ha sido buena parte de la sociedad civil la que se acercó la mitad el camino y se hizo escuchar. Y fue el mandatario electo quien avanzó la otra mitad para oír y modular su postura. Si ese ejercicio se mantiene todo el periodo de gobierno, tendremos un activismo y voluntariado robustecido, representado y proactivo. Pero si se confunden los roles tendremos en cambio un gobierno con un liderazgo condicionado.

Lo que tenemos en frente es un momento tan histórico como el 95 y el 2016. ¿Acaso no seguimos en guerra contra la corrupción, el abuso y la ineptitud? ¿Acaso la pandemia no es un cataclismo de proporciones épicas? El camino será muy sacrificado. No hay dinero en la caja fiscal, hay una deuda más limpia pero también más voluminosa, la pandemia nos maniata y el fantasma del déficit nos acosa. Por eso este es el momento de abanderar un auténtico proyecto nacional, no un membrete salido de una agencia de publicidad.

Lasso aparece en el papel como el banquero conservador de derecha, pero se fue corriendo al centro en la segunda vuelta y deberá seguir cediendo para afianzar mayorías. Entiende que en toda negociación hay que estar dispuesto a resignar algo de lo que se quiere para lograr el objetivo. Lo que no debe pasar es que el nuevo gobierno canjee mayoría por impunidad ni votos por secuestro parlamentario. El 11 de abril la mayoría se pronunció en contra de la corrupción, del odio y de la manipulación.

La palabra clave para que los acuerdos floten es la confianza. Y la confianza se gana con una trayectoria limpia, como cuando el Independiente del Valle le entregó al Programa de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas más de 1 millón de dólares de la taquilla de su histórica faena de Copa Libertadores en 2016 para que ayude a familias manabitas y esmeraldeñas.

Sin embargo, la confianza también se otorga a quienes surgen en medio de un problema con la fuerza de una solución: “Gente de Guayaquil, mañana saldremos a Manabí llevando ayuda”, escribía hace 5 años en Twitter esa líder, hasta entonces relativamente anónima, llamada Karla Morales.

Hay que creer en un mejor país en el que los promotores civiles se multipliquen para construir y proponer. No requerimos carreteras bloqueadas, ni asaltos de la Conaie, ni fuerzas de choque poniendo en jaque a las ciudades. Nunca necesitamos 16 candidatos presidenciales ni esa proliferación de partidos y movimientos. Ese vicio de querer hacer todo desde la política es una semilla de corrupción y mediocridad. Lo que nos urge es una sociedad civil activa, nutrida y comprometida que quiera encontrarse a mitad de camino para crear en un cambio positivo, sostenible y libre. (O)

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