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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

En todo hay límites

08 de febrero de 2021 - 00:00

Los límites existen tanto en las certezas, como en las dudas. Todo saber o discurso establecido y asumido por todos como una “verdad” y como autoridad si se quiere decir, tendrá sus limitaciones. No hay ningún discurso-saber que sea omnisciente mientras se halle en la Tierra. Cualquiera que venga con la panacea, con el discurso “correcto”, con lo que está “completo”, como la “verdadera” cura a todo… o nos está estafando con sus malas intenciones, o desconoce enteramente el campo en donde se desenvuelve.

Argumentos basados en la evidencia, razones, dudas y hasta opiniones… siempre se enmarcan en un campo de elementos que simplemente se conocen en un esquema referencial y fuera de este marco, estos argumentos no tienen validez alguna. Lo que nosotros tenemos como verdades establecidas, saberes absolutos y posturas inamovibles, solo quedan como simples creencias al más puro estilo místico, porque fuera de nuestro campo referencial son falseables. Lo cual pone en entredicho a todo lo que consideramos en Occidente como “científico”.

El conocimiento y saberes dependerán de una especie de consenso realizado por humanos –estamos convencidos de que es una verdad–, mas no de una verdad “fáctica” existente en la naturaleza. Las certezas tendrán que estar sometidas, entonces, bajo la mirada de los escépticos.

El problema fundamental está cuando un discurso con poder –llegado allí por las mismas vías de “veracidad”– establece lo que es verdad, correcto, sano, viable, virtuoso, etc. Queda en usted, lector, saber identificar bajo qué discurso se inscribe.

Así es cómo se puede identificar en los debates entre lo que es verdad para unos, no es verdad para los otros. Con la diferencia de que en los discursos establecidos y normativos, las tesis operan ya sobre certezas que perdieron en algún momento su condición argumentativa y se ajustaron al espíritu de cuerpo y al ropaje de la autoridad para hacerse valer, cayendo en el argumento de fe, que es el más autoritario, poco sostenible, menos honesto y nada ético.

Pero como mencioné al principio, hasta el escepticismo tiene sus límites.

 

 

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