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El Telégrafo

En Libia: el descaro de los poderosos

01 de septiembre de 2011 - 00:00

Justo en un momento de grave crisis económica para Estados Unidos y Europa, las naciones más poderosas del mundo occidental armaron toda una tragedia que tiene como víctima a Libia y que no se sabe cómo ni cuándo acabará. Pero de lo que sí estamos seguros es de que, como resultado de una profunda voracidad imperialista, se programó una descarada agresión sangrienta a uno de los Estados  más ricos de nuestro tiempo, el mismo que ha cometido el grave delito de poseer las mayores reservas de petróleo de excepcional calidad, así como grandes minas de oro e inmensas corrientes de agua subterránea, potabilizada a través de los siglos por la misma naturaleza. Una tentación demasiado fuerte para quienes se encuentran en peligro económico y detestan las revoluciones que fortalecen la soberanía de los Estados, así como la unificación Sur-Sur de los pueblos.

Al parecer todos esos tesoros, de acuerdo al criterio de los países que se creen dueños del mundo, no deben permanecer en poder de una nación que no es uno de los suyos. Además de que esas impresionantes riquezas podrían solucionar la difícil realidad que actualmente viven. En consecuencia, utilizaron su instrumento de terror que es la OTAN  (Organización del Tratado del Atlántico Norte), la que mediante ataques aéreos masivos durante cinco meses destruyó lugares estratégicos de las principales ciudades libias.

Como sucedió en Irak y Afganistán, algunas urbes del país norafricano se vieron convertidas en tan solo ruinas.

A las fuerzas criminales de la OTAN, los señores de la guerra sumaron a mercenarios y sicarios pagados y armados por la organización atlántica, hordas asesinas que bajo la falsa imagen de “rebeldes” siembran el terror entre la población civil de Libia  con acciones monstruosas que cualquier ser humano rechaza,  bestiales persecuciones de cacería humana sin precedentes en Libia…Y todo este horror,  “en nombre de la democracia y la defensa de los derechos humanos”, como con tanta falsedad e hipocresía “justifican” a estas aborrecibles acciones los miembros de la OTAN, precisamente quienes son los más crueles verdugos de tales principios.

El pueblo libio -conformado por algo más de 150 tribus-, hasta antes de soportar el acoso de la OTAN, disfrutaba del más alto PIB de toda África. Gozaba de una tasa de desempleo del cero por ciento. La esperanza de vida de los libios era de 75 años, la más alta del continente africano por encima del 10% mundial. Menos del 5% era considerado pobre. La mayoría de las familias libias poseía casa y vehículo. La educación y la salud eran totalmente gratuitas para todos los sectores. El 85% de la población se encontraba alfabetizada. Gadafi entregó $500 a cada individuo de la nación -hombres, mujeres, ancianos y niños, sin distinción-, como retribución del ingreso por el petróleo, un bien considerado de todo el pueblo, cubriendo con este beneficio al total de los 6 millones y medio de habitantes.  El costo de producción del petróleo era el más bajo del mundo, $1 por barril. La usura estaba prohibida y, por tanto, el Banco Central de Libia cobraba el 0% de interés por sus préstamos.

Pero aún no se ha dicho la última palabra sobre el conflicto. En la Plaza Verde de Trípoli volvió a izarse la bandera verde de la revolución de Gadafi. Voluntarios del pueblo libio, leales al primer magistrado de la nación norafricana, han presentado lucha en las calles de algunas ciudades, mientras refuerzos que vienen desde Irak avanzan hacia Trípoli para enfrentar a los mercenarios. ¿Será que acaso los festejos de  victoria de la coalición de los miembros de la OTAN han sido prematuros y mal calculados?

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