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El Telégrafo

En Ecuador, ¿se publica mucho y se lee poco?

23 de noviembre de 2012 - 00:00

La noche del jueves de la semana pasada, en el Centro de Exposiciones Quito, decenas de personas buscaban un buen libro entre los “huesos” y todos encontraron el suyo. Era una ganga, libros a 3 y 5 dólares. Los libreros llaman “huesos” a aquellos libros que se quedan por largo tiempo en sus perchas y luego en sus bodegas. Libros que no se venden y por eso deben buscar espacios para deshacerse de ellos a precio de regalo. Y la Feria del libro de Quito, FIL 2012, fue una buena ocasión. 

Sin embargo, la mejor ganga era la que ofertaba dos libros de Javier Vásconez, “Jardín Capelo” e “Invitados de honor”, publicados por Orogenia, a 2,50 dólares. Es decir, a 75 centavos cada uno. Y no es broma. Además, son ediciones de apenas 500 ejemplares, publicadas en 2007 y 2008. Este dato quizá revele lo que realmente pasa en el sector editorial del Ecuador. Libros y autores que, a pesar de contar con “prestigio” y promoción, no venden y sus libros se convierten en “huesos” que nadie quiere.

Un sector editorial que atraviesa por varias dificultades, y sus personeros aseguran que faltan  incentivos para el fomento a la industria editorial y a la lectura, que no hay circuitos nacionales de distribución y circulación, y que los libros siguen llegando a los estudiantes por iniciativas y compromisos particulares de ciertos profesores con determinadas editoriales. 

Las ferias del libro son espacios absolutamente necesarios para la promoción de la lectura, para la generación de pensamiento, debate, discusión, ejercicio crítico, intercambio de iniciativas e ideas entre escritores nacionales e internacionales y para un acercamiento entre esos escritores y los lectores. Sin embargo, en el caso de Quito y Guayaquil, falta mucho para cumplir con los parámetros de las ferias internacionales que permitan ubicar al Ecuador en el circuito de grandes ferias.

Es necesario revisar las conceptualizaciones de las ferias, disminuir significativamente el número de eventos (muchos se realizaron con salas vacías), motivar la participación de las grandes casas editoriales y librerías, y, sobre todo, pasar de una feria de “huesos” a una feria de novedades editoriales y pensamiento crítico. Las grandes casas editoriales no presentaron ninguna novedad, incluso Planeta optó por salir de la feria y presentar su nuevo libro, “Balance de la Revolución Ciudadana”, en la Flacso.

Esta feria evidenció también que Quito carece de un lugar adecuado para este tipo de actividades culturales. En todo caso, y a pesar de las incomodidades (salas mal ubicadas, con pésimo sonido), fueron los nuevos autores quienes ocuparon los espacios y aprovecharon la ocasión para presentar sus obras. Y eso es bueno, pues por la renovación de nuestras letras no falta. A la final nos queda una gran conclusión: en Ecuador se publica mucho, pero se lee poco.

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