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El Telégrafo

Empujar la canoa

12 de marzo de 2013 - 00:00

Una imagen de la península de Santa Elena, que mi memoria siempre ha rescatado, es el retorno de los pescadores al caer la tarde después de cumplir su faena. Con el último golpe de los remos la canoa se desliza sobre el mar hasta sentir el remezón del choque de la proa contra la arena de la orilla, los pescadores entonces saltan al agua y van en busca de unos troncos previstos y que les sirven como ruedas, los acomodan bajo la línea de flotación y todo el colectivo que ha observado la maniobra empuja la canoa para vararla en la playa; cumplido el objetivo, todos los participantes reciben un pescado, entre estos los niños que también colaboran.

Con igual comportamiento social estas comunidades peninsulares gestionaron recursos naturales tan importantes como el agua, empleando tecnologías pre-colombinas, como la construcción de albarradas, las cuales si las observamos en conjunto con la construcción en camellones, practicada en la vecina Cuenca del Guayas, advertimos que los pobladores de la región conocían los efectos negativos de eventos naturales como el Fenómeno del Niño y los resolvían mediante la construcción de albarradas (sequías) y sembrando en camellones (inundaciones), constituyendo una auténtica cultura pre-hispánica del manejo del agua.

Refiriéndonos a las albarradas, J. Marcos, mediante una valiosa investigación, elaboró un inventario para proponer una investigación interdisciplinaria sobre el manejo y la gestión del agua mediante obras hidráulicas de origen nativo. Las albarradas significan un centro de articulación social para el desarrollo y no obstante lo valioso de la información no ha sido utilizada evidenciando la notable grieta de comunicación existente entre la academia y los campesinos usuarios del agua.

El Estado en la región peninsular ha realizado inversiones importantes para el  riego y se observan empresas agrícolas técnicamente establecidas que sin duda aportan para el crecimiento del país; sin embargo, la participación del comunero es mínima y sus compañeras realizan largas caminatas para proveerse de agua.

Es necesaria la organización y capacitación de la población de las comunas para que disfruten de las inversiones que nuestra sociedad ha realizado para el mejoramiento de su calidad de vida. Esta tarea no es atractiva ni fácil, pero es urgente si apostamos al desarrollo y recordamos que atávicamente los comuneros empujan la canoa para obtener el pescado.

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