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El Telégrafo

El revuelo de decir lo que se piensa

24 de noviembre de 2011 - 00:00

Es cuestión de hacer uso a la ruleta del azar, simplemente sortear qué archivo elegir; el entrenamiento de Barcelona del 2003 o la práctica de Liga de 1993, o mejor la ficha médica de Emelec de 1985; les garantizo que en el 85% de las entrevistas dadas en estas notas periodísticas, el contenido de las respuestas fue casi idéntico.
Podría hasta elaborar un “top 5” de las respuestas más repetidas y predecibles de la historia, ejemplo:

1.- ¿Qué opina del rival?

Es  muy duro, el partido será difícil...

No dudo que esta realidad sea muy frecuente, pero qué pasaría si el entrevistado contestara:

Es un rival fácil, debemos ganar sin problema.

Bajo esa respuesta, más de uno lanzaría el cartel de irrespeto al aire.

Entonces, ¿puede ser sincero el entrevistado o debe aplicar una repetida demagogia?

El cuestionamiento y análisis de sus respuestas se lo dejo a la comunidad, mi labor es ser el puente entre lo que dijo y los que están afuera.

Si el asunto es opinión periodística, puedo expresar lo que siento, tal y cual lo hizo el entrevistado.

Leer y escuchar todo tipo de análisis extremos, por lo que expresó Pedro Quinónez en su cuenta Twitter, me levanta muchas interrogantes.

Lo que publicó el ex Santos lo hizo a título propio; en su cuenta personal de Twitter buscó molestar y picar a hinchas de Barcelona y lo logró, fue una reacción de hinchas. Por esa razón me sorprende tanto que periodistas profesionales hayan tomado partido y se hayan involucrado en el “jueguito de patio de colegio secundario”.

Como periodista, mi máxima aspiración es que me digan lo que piensan de verdad, obtener declaraciones sinceras, que mi trabajo tenga validez por la claridad y verdad de las respuestas de mi entrevistado.

Yo busco respuestas, no soy analista de sensatez o madurez de otros.

Es curioso, pero cito otro ejemplo:

Creo firmemente que llegaré a los 90 años y  seguiremos escuchando la famosa leyenda sobre el criterio de Julio Iglesias sobre las bondades de la mujer ecuatoriana.

El cantante español fue a un sector bastante marginal de Guayaquil a brindar un recital, al parecer, y por más que trató, cada vez que pegaba su respectiva inspección del personal femenino que acudió al show, no encontró material que copara sus expectativas.

De ahí nació la leyenda sobre el criterio de Julio Iglesias y su opinión sobre lo que él consideraba eran todas las mujeres ecuatorianas.

Nunca lo oí salir de su boca, pero Iglesias habría dicho supuestamente, que la mujer ecuatoriana era fea.

Aquí vale la pena analizar dos aspectos:

1.- No debió generalizar y dar una sentencia final por lo que vio esa tarde o noche.

2.- Es completamente posible que el lugar donde acudió no tuviera una buena representante del sexo femenino ecuatoriano. Se puede dar en cualquier parte del mundo que en una reunión masiva tengamos una buena colección de feas o feos, ¿o no? o ¿creen que el decirlo pueda generar una hemorragia en nuestros oídos?

Por la declaración, Julio Iglesias se convirtió en una especie de ser rechazado, una leyenda urbana de mala educación, el hecho servía para tener una buena causa para censurarlo y odiarlo.

La misma prensa que se mata pidiendo libertad de expresión lo condenó por ejercer su propio derecho a expresarse.
Lo he repetido una y otra vez como el cuento del perro arrepentido del Chavo del 8, tenemos una desmedida fascinación a escuchar lo que queremos escuchar, que las declaraciones brinden masajes a nuestros oídos, no queremos escuchar la opinión sincera, real y que muchas veces, desafortunadamente, nos duele de manera radical.

Estamos de verdad preparados para escuchar decir a alguien que no considera a Alberto Spencer un buen futbolista, que Liga no es un gran equipo o que el Malecón 2000 es una fea y mala copia de otras bahías.

Puede haber gente que piense eso, no debemos aspirar a ejecutarlos por si ese es su criterio.

Lo que más aprecio en un entrevistado, por más doloroso o irreal (para mi punto de vista) que puedan ser sus apreciaciones, es que me diga lo que realmente piensa. No cuestionaré su sinceridad, al contrario, la agradeceré.

Esto me despierta otra ruta de interrogantes:

¿Se puede preguntar cualquier cosa?, ¿se puede contestar cualquier cosa?, ¿hay quienes deben guardar cierto comportamiento con la sociedad?, ¿qué pasa si a un futbolista lo insultan en la calle?, ¿debe aguantar todo?

Códigos profesionales, irrespetos entre hinchas, esa es historia de otro día.

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