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El Telégrafo

¿El periodismo necesita un “desasne” urgente?

24 de marzo de 2013 - 00:00

Una pregunta difícil de afrontar desde este lugar y desde esta condición. Y al mismo tiempo con todos los argumentos y las ganas para desnudarnos en este oficio, tras una serie de “acontecimientos” que revelan, una vez más, esa crisis que atraviesa el periodismo desde hace rato y que los medios privados y comerciales no se atreven a mencionar porque están convencidos de que son impolutos, perfectos y cargados de razones humanas y divinas en cada una de sus acciones y ediciones.

Rectificar, corregir, pedir disculpas y/o autocriticarse ahora se hace sin tanto aspaviento. Pero, sin duda, con cierta vergüenza. ¿Por qué ahora sí y antes no?

Antes de responder coloquemos algunos hitos importantes de esa crisis y veamos qué ocurriría si los periodistas dejáramos de considerarnos y autocalificarnos como portadores absolutos de la verdad, la última Coca Cola del desierto y hasta cierto punto los únicos que pueden competir en el altar con ciertos santos.

Ante todo por una arrogancia y prepotencia sin mérito ni razón. Damos por hecho que lo que hagamos o dejemos de hacer define la realidad. Sin nuestra palabra ni una casa se cae ni una clínica se construye. Por eso, desde una perversidad absurda, ahora nos creemos los fiscalizadores innatos del poder (no de todos los poderes, solo de algunitos). Desde nuestra “fortaleza” moral y ética damos clases de todo a todos. Tenemos una arrogancia tal que podemos pedir a un presidente que se “desasne”, como si nada. O también hablar de física cuántica sin saber cuánto es dos más dos o señalar el destino del país sin siquiera conocer los cantones que rodean al diario donde se labora.

Y de ello son también muy responsables esos políticos mediocres que ante su incapacidad de generar ideas y propuestas creativas y razonables les entregaron la posta de la oposición a los periodistas famosos y “creíbles” para que desde sus plataformas ejercen el apostolado y militancia más pueril.

Esos políticos (que en silencio hablan pestes de los periodistas y los tachan de mediocres) están atados a esos poderes fácticos que lanzan a ciertos medios a dar pelea porque detrás de ellos hay poderosas fuerzas económicas con una voracidad y un egoísmo sin nombre. Y son ellos lo que ahora levantan las banderas de la libertad de expresión cuando ni siquiera en sus casas dejan hablar a sus hijos y menos a sus empleadas domésticas y choferes. Los periodistas “liberales e independientes” se transformaron en políticos de un día para el otro y ni siquiera se dieron cuenta. De pronto hacían manifiestos y proclamas bajo la escritura más periodística. Son capaces de revelar una misoginia perfecta cuando hablan de una ministra o de una asambleísta que no es de su gusto, pero son feministas a muerte cuando se tapan la boca y se hacen los desentendidos ante una asambleísta opositora que no ejerce su cargo con responsabilidad y pasa más tiempo en el salón de belleza que en su curul.

Lo mismo para usar los géneros de este oficio sin colocar todos los argumentos de la realidad por delante de sus pasiones y objeciones ideológicas. Por eso se inventan entrevistas y hacen “reportajes” editorializados para lanzar sus frustraciones.

Y hay también medios que botan a periodistas cuando publican documentos forjados aunque ellos fueron quienes les enseñaron todo el tiempo que ese es el tipo de periodismo que necesitaban para vender más o para capturar más rating. ¿Si esa fue la escuela porqué ahora el culpable es el alumno? No somos los salvadores de la patria ni estamos en condición de dar clases de moral a nadie. Ante todo somos periodistas al servicio de las audiencias, desde dos exigencias básicas y obligaciones profesionales y éticas: pensar y pensar bien siempre, y servir y servir sin buscar nada a cambio.

No es difícil pensar, pero para eso no hace falta mirar el horizonte sino prepararse todos los días y ser conscientes de nuestra ignorancia sin sentir vergüenza. Lo maravilloso de este oficio es reconocerse como ignorante y aprender todos los días de la gente, de los humildes, de los científicos, de los académicos y todos quienes nos entregan información. Desde la ignorancia los sabios han dado mucho al mundo y no se han consagrado desde verdades absolutas ni hechos dados. Pero algunos medios y periodistas confunden servicio a las audiencias con venias a sus auspiciantes y amigos de cocteles y almuerzos en hostales y haciendas. Lo más interesante de esos grandes periodistas que han dado mucho a la historia y a la humanidad es su absoluto desdén por cocteles y negocios, su criticidad con todos los poderes y con todos los poderosos. Y eso sí, la humildad también para reconocer en la sabiduría y en la legitimidad del otro un gran aporte al mejoramiento de la calidad de vida de toda la humanidad.

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