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El Telégrafo

El perezoso y la sociedad

16 de octubre de 2011 - 00:00

El perezoso, ocioso o vago es rechazado, generalmente, en todos los ámbitos, pues su comportamiento inútil no sólo causa fastidio a quienes trabajan, sino que este vicio es la raíz o fuente de otras prácticas nocivas, como el vivir a expensas de terceros, actuar con irresponsabilidad, hasta llegar al hurto o cosas peores; por esto, un conocido refrán dice que la ociosidad (o pereza) es madre de todos los vicios.

En la famosa obra “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, los perezosos son castigados obligándolos a correr incesantemente alrededor de la cuarta cornisa del Purgatorio y, debido a que en la tierra no abrazaron empresa alguna, el mundo no conserva su memoria, pues la misericordia y la justicia los desprecia. El sabio Rey Salomón, por su parte, escribió que el perezoso desea y nada alcanza, mientras los diligentes son prosperados.

El apóstol Pablo, en su constante exhortación a los cristianos, reprendió severamente a ciertos discípulos de Tesalónica que habían caído en la ociosidad, con la frase: “el que no trabaje, no coma”. Pero, no solo la Biblia condena la pereza, también lo hacen el Corán, el Bhagavad Gita, Los Vedas y las religiones indoamericanas, pues la actitud del perezoso no sólo afecta a quienes se desenvuelven en su entorno, sino a él mismo, ya que su vagancia lo conducirá inevitablemente a la ruina y, como es un elemento de la sociedad, su vicio también perjudicará a todos.

Por lo dicho, es responsabilidad moral de todos los ciudadanos y, particularmente de quienes administran el Estado, fomentar el trabajo, el emprendimiento y la creatividad, implementando leyes y políticas que no desincentiven la empresa ni solapen la vagancia, pues el ser humano es, salvo excepciones, propenso a caer en la holgazanería cuando se le ofrece la oportunidad de vivir cómoda y despreocupadamente, lo cual conduce a la pobreza y el retraso de las naciones.

Con la excepción de quienes sufran algún desequilibrio emocional o trastorno psicológico que los deprima o conduzca a la apatía, o enfermedades tales como hipotiroidismo, anemia, síndrome de fatiga crónica, u otras de orden neuromuscular, no se podría justificar la vagancia o pereza; desde el punto de vista psicológico, la costumbre es un factor sustancial para la pereza, por lo cual, si tenemos hijos en edad de trabajar, debemos estimular su interés por alguna actividad productiva, pues los jóvenes deben ocuparse en algo provechoso, por su bien, el de su familia y el de la sociedad.

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