Los resultados de la consulta popular del 4 de febrero ponen al presidente Moreno en una encrucijada que no le favorece.
Pasados los festejos de los nuevos “aliados” del Gobierno por el triunfo del Sí, empiezan las exigencias frontales de parte de la derecha que ahora lo apoya: giro de 180 grados en política internacional, cambio de modelo económico, flexibilización laboral y tributaria, acuerdo comercial con EE.UU., reducción del Estado y respuesta inmediata a los intereses de las élites y la banca.
Algunos “analistas” temerarios se atrevieron, incluso, a sugerir que la ausencia de una “base militar norteamericana” es la que habría propiciado el atentado en San Lorenzo en días pasados. Todo esto dicho en las primeras horas posteriores al anuncio de resultados del conteo rápido del CNE, en canales de televisión pública y privada, antes de que los representantes del Gobierno pudieran decir nada.
El único “festejo” que no tuvo acogida, por otra parte, fue el de la sede de Alianza PAIS, en la Avenida de los Shyris. Triste señal para un movimiento que, hasta el 2 de abril, gobernó con apoyo popular mayoritario durante diez años.
¿Cómo va a gestionar Moreno las exigencias de la derecha y de los partidos que lo “apoyaron” sin perder lo que le queda de su base original?
Para complicar aún más el escenario, el informe de los observadores de la OEA y la solicitud de medidas provisionales remitida por la CIDH ponen la consulta y al Gobierno en entredicho a nivel internacional. Escenario nada favorable para un gobierno que empieza.
¿Moreno cederá a la presión de la derecha? ¿Hará pactos prebendarios con la partidocracia a la que revivió? ¿Intentará acercarse a los antiguos hermanos a los que traicionó? ¿Se quedará solo? En cualquier caso, el respaldo popular a la Revolución Ciudadana, con el No a la consulta, no fue menor y eso permite pensar que podría volver a triunfar, no solamente en Manabí. (O)
