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El Telégrafo
Esteban Ávila

El grito que no se escucha

24 de enero de 2022 - 09:17

Escribo esto antes de saber si el Ecuador - Brasil tendrá público. El debate sobre si este partido debía o no contar con aficionados en las gradas fue, fundamentalmente, emocional. "Hay que ganar con el aliento de la gente" se dice, sin mediar en la firmeza de los fundamentos técnicos, aquellos que prescinden de las emociones o de los intereses y se enfocan únicamente en información acreditada y comprobada.

Y lo cierto es que la enfermedad ha evolucionado en su impacto como nunca antes. Está claro, de acuerdo a los mencionados criterios técnicos, que la cepa Ómicron carece de la letalidad de sus antecesoras. Pero esto no evita su impacto, sobre todo en aquellos que no pueden o no quieren vacunarse. El covid 19 está ahí afuera, divulgándose con rapidez nunca vista. ¿Debe eso preocupar? Claro.

No se fije usted en las cifras. La realidad que deberían encerrar las mismas está herida de muerte desde el inicio de la pandemia. El subregistro de contagios y víctimas es otra pandemia, con Ecuador como una de sus principales víctimas. Pero no hace falta apoyarse en los conteos para saber que está sucediendo algo grave en las calles, en los hospitales. Estoy seguro usted hasta lo sufre.

¿Está el fútbol por encima de esta realidad? No debería. La lógica y la legalidad pone a la salud pública por encima de cualquier actividad, más aún si la misma está relacionada con el entretenimiento o con intereses muy particulares. Pero el escenario coyuntural dice que, en caso de ganarle a Brasil, Ecuador estará firmando su paso al Mundial. Y eso no se puede desaprovechar.

Ecuador clasificado a Qatar 2022 será un bálsamo, una alegría, una emoción que borra graves padecimientos, como la ya mencionada pandemia, la crítica situación socioeconómica y la violencia imparable. Esa alegría deportiva puede durar dos minutos, pero esos dos minutos de amnesia serán suficientes y valen la pena, lo suficiente como para abrir el estadio a los hinchas.

Lo que digan los médicos, el valor de la ciencia, el grito que sale desde las terapias intensivas -no tan desgarrador como el de abril 2020, pero fuerte al fin-, el dolor que aún no cierra desde hace dos años (¿Dónde están los cadáveres?), no se oye. Al menos, no tanto como un gol de Enner Valencia gritado por 20 mil personas en el estadio Rodrigo Paz.

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