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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

El gran paso

06 de noviembre de 2015 - 00:00

Ese realismo mágico. Ese mismo, donde un país con 13 años de gobernantes de derecha da zancadas hacia la igualdad de género, mientras nuestros gobiernos superprogre viven todavía a la letra del catecismo medieval. Puede que no sea realismo mágico. Puede que sea el debate. Puede que sea la descentralización de la toma de decisiones. Puede que sea la independencia relativa de sus legisladores y jueces. O nuestra dependencia en la personalidad y el humor del líder, en su conservadurismo de izquierda, lo que sea que esto signifique, que resultó no estar de acuerdo, y eso es ley.

El 4 de noviembre, en una decisión histórica por la región y su contexto, en la Sala Plena de la Corte Constitucional de Colombia se votó a favor de que parejas del mismo sexo puedan adoptar niños. Para la Corte, la orientación sexual de una persona no es un indicador de falta de idoneidad, moral, física o mental para realizar el trámite de adopción. Esto, en el mismo país que en febrero vio a la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana enviar un documento a la Corte donde sostenían que los homosexuales sufrían “de una anomalía”.

Entonces la Corte Constitucional trasciende su relación con el poder (de donde pueda este emanar) y el statu quo. La Corte tiene la “función de proteger los derechos de los grupos vulnerables”, según el magistrado Palacio, quien argumentó a favor de la decisión. Es decir, es una doble victoria. Es la igualdad jurídica de todas las personas, sin discriminación por su orientación sexual, frente al Estado; la eliminación jurídica de ciudadanos de segundo orden. Y también es la protección de un grupo vulnerable, como lo son niños huérfanos. No solo eso, sino niños que necesitan una familia, y familias que buscan niños, y cuyo impedimento legal para unirlos era tanto discriminatorio como moralista, no jurídico. Tanto así que uno de los principales argumentos de la Corte fue que, basado en documentos presentados por el Ministerio de Salud, no hay afectación alguna para los niños criados por personas del mismo sexo. E intuitivamente la afectación a un niño viene de muchos factores, desde la violencia intrafamiliar hasta los propios estereotipos discriminatorios, pasando por los trips de los padres, y esos los tenemos los humanos por default. El sexo de los padres no parece entrar dentro de estos factores.

La gran lección no termina ahí. La Corte asumió una posición debatible. Al final, son los legisladores los que han sido votados para tomar estas decisiones, en representación de su electorado. Más aún, cuando encuestas han indicado que una considerable mayoría de los congresistas colombianos se oponen a la adopción de menores por parte de parejas homosexuales. Y, por lo tanto, no tenían interés alguno de remediar la situación. Es decir, ni el problema de los niños huérfanos ni la limitación de derechos de las parejas homosexuales. Sin embargo, la Corte actuó a favor de estos derechos.

Y podemos abstraer esto a nuestro propio contexto, donde todos aquellos temas que causan revuelo en el conservadurismo político nacional, desde el aborto hasta el matrimonio igualitario, han recibido tibias respuestas de la Asamblea, negativas en las cortes e intransigencia en la Presidencia.

Es un gran paso, pero no todo está logrado. La Corte puede interpretar la ley que rige, pero siempre habrá un burócrata, en algún lado, que piense distinto. Todo país tiene su Kim Davis. Pero el gran paso fue dado. Un paso que lleva a nuestros vecinos más cerca de la justicia social, y un poco más lejos de nosotros. (O)

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