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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

El gesto de la primera dama

29 de mayo de 2021 - 00:00

La esposa del nuevo presidente del Ecuador –el “amor de su vida”, como él la llama, y la madre de sus hijos– actuó de forma muy tierna en la posesión del mando. Estuvo arreglando la banda presidencial y la cadena de condecoración de tal manera que quedaran sujetas en los hombros de Guillermo Lasso. Lo hizo con mucho amor y dedicación. Luego, ya en el palacio, mereció un beso en la boca, sin mascarillas, en pleno balcón presidencial de la Plaza Grande. Ese beso pasará a la historia como célebre y único pues no se había visto antes que un mandatario haya dado un beso apasionado a su esposa a vista y paciencia de todo el país. Los partidarios que habían llegado a la plaza se entusiasmaron y a viva voz pidieron otro. Quienes tuvieron la oportunidad de contemplarlo por televisión desearon lo mismo.

A todo el país le encantó el gesto de María de Lourdes Alcívar. Es un gesto que subraya el rol de la mujer dentro de la familia prodigando cuidado. Es lo que le nace a la esposa, a la madre, a la hija, a la hermana. ¿Cómo se desempañará esta dama en los próximos cuatro años? Ella ha manifestado su deseo de compaginar el rol de esposa subordinada a la figura presidencial con las acciones de servicio social que siempre ha realizado.

El rol de primera dama no está descrito en la Constitución. Fue el presidente José María Velasco Ibarra quien empezó a referirse a su esposa como primera dama. A partir de entonces, la señora Corina del Parral y sus sucesoras adquirieron funciones oficiales como presidentas del Patronato Nacional del Niño, más tarde Instituto del Niño y la Familia (INNFA). Ya en nuestro siglo, en 2007, el presidente Rafael Correa suprimió el cargo por considerarlo sexista y no orgánico, transfiriendo las competencias del INNFA al entonces Ministerio de Bienestar Social. Su esposa Anne Malherbe se pronunció, en una de sus pocas declaraciones públicas, como adversa al rol de primera dama y decidió mantenerse como educadora y madre de sus hijos. Al asumir el presidente Moreno la presidencia en 2017, Rocío González volvió a asumir el rol público de apoyo al encargarse de la Misión Manuela Espejo con la que viajó incansablemente por todo el país.

Como funcionaria pública o no, la esposa de cualquier presidente tiene una posición de gran influencia. Ya a mediados del siglo XIX, Marietta de Veintemilla, sobrina de Ignacio de Veintemilla, tenía gran poder político y aceptación popular. En los Estados Unidos, Hillary Clinton era la aliada política más cercana y de mayor confianza de su marido. Las críticas a su actuación fueron tan fuertes que Michelle Obama trató de no inmiscuirse en la tarea del Ejecutivo, sino más bien promover sus propios programas. En Argentina, Eva Perón, después de su muerte, fue proclamada “líder espiritual de la nación” por el Congreso de ese país.

La tendencia democrática actual nos lleva a pensar que es conveniente que el poder no se concentre en el palacio de gobierno y que la primera dama, por visible e influyente que sea, no desempeñe el papel de copresidenta. Varias feministas incluso proponen abolir definitivamente el rol.

Sabemos que María de Lourdes Alcívar es ya una influencer. Maneja con conocimiento las redes sociales como Twitter, Instagram, Facebook y TikTok. La cantidad de seguidores que tiene en cada plataforma oscila entre 18 mil y 34 mil. Así lo reporta la página social de la revista digital Qué! en su edición de abril. Ese poder de comunicación puede usarlo libremente como lo ha hecho ya en temas de Estado. En Twitter, por ejemplo, se pronunció en contra de la despenalización del aborto en casos de violación, mientras su esposo, ya electo, proclamaba su respeto a la resolución de la Corte Constitucional del Ecuador que la aprobó.

La esposa del presidente representa un símbolo poderoso para la sociedad ecuatoriana. La gente se tranquiliza al ver a María de Lourdes Alcívar como una mujer de su casa. Su accionar en privado está en el reino de lo íntimo, pero cuando su gesto se exhibe en público tiene trascendencia política. Ella se vuelve un modelo a seguir.

La imagen de la pareja bien avenida no es común en Ecuador. En nuestro país cientos de miles de mujeres no pueden ejercitar su ternura porque no tienen a su lado hombres que las reciproquen ni tiempo ni circunstancias que permitan que ellas tengan una vida digna. Ellas son miles de mujeres víctimas del odio de género, niñas embarazadas, madres solteras, las que carecen de empleo, las que ganan menos que los varones haciendo tareas iguales, las que sacan adelante –solas– a sus hijos, las que están cargando con la casi totalidad de la pandemia en los hospitales.

Necesitamos que todas las mujeres ecuatorianas tengan la libertad de ejercitar sus derechos, inclusive el derecho a la ternura. El mejor de los gestos será que el nuevo presidente y la primera dama trabajen por ellas una vez instalados en el palacio.

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