El gobierno nacional pedirá la restitución de la sede de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) donada durante la revolución ciudadana al organismo internacional. En la edificación que costó al pueblo del Ecuador más de $ 44 millones y que sería emplazada al norte de la ciudad de Quito ahora operará una Universidad indígena.
La iniciativa para donar la costosa edificación, de instalar la sede de la Secretaría General en Quito y de agrupar a los 12 países miembros en un solo organismo era un ambicioso plan de proyección del Ecuador como sede y capital de la integración suramericana. Pero, poco a poco, los países han ido abandonando el proyecto por falta de resultados. En los últimos meses países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, que expresan la mitad de los miembros, algo más del 80% de la superficie territorial del subcontinente, algo menos del 80% de la población total, y más del 95% de la economía regional anunciaron que dejarían de participar en el organismo por un tiempo indefinido. ¿Por qué?
La Unasur cobró vida jurídica el 11 de marzo de 2011. En la época, los gobiernos populistas dominaban en la región y celebraron esta fundación como una forma de restar influencia a Estados Unidos en la región. Entonces, las aspiraciones no eran integracionistas, incluyentes o democratizadoras, sino antiimperialistas. Pero ¿es posible formar un organismo internacional inclusivo sin incluir a extranjeros? Claro que sí.
Si la inspiración de esta comunidad de países era trabajar por la identidad común suramericana no debía fundarse en una interpretación parcializada y excluyente sobre la política o sobre las relaciones entre países, sino en las relaciones comerciales equitativas como en la integración. Las comunidades de países no tienen ideología sino objetivos. Las ideas confrontadoras, intolerantes y totalitarias liquidan cualquier esfuerzo de integración. El socialismo del siglo XXI está matando a la Unasur. (O)
