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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

El día que se perdió el alma

18 de noviembre de 2015 - 00:00

Cristóbal Colón creyó haber arribado a unas supuestas Indias Occidentales, así lo interpretó en sus cartas de marear chinas, por eso a quienes salieron a curiosear su desembarco empezaron por llamarlos ‘indios’. Esa denominación fue categoría identitaria y homogeneizó a todos los habitantes de este continente. Casi de inmediato se los categorizó como seres desalmados o sea sin el ‘alma católica’, susceptibles a la esclavización hasta la muerte. Desde esa implantación filosófica y religiosa se percibe que el alma otorgaba categoría de ‘humano’.  Al conectar esa visión antropológica autoritaria con el interés económico, se cosecha de identidades a los colonizados afectando su humanidad hacia el suelo.

Bartolomé de las Casas reconoce en sus escritos que los ‘indios’ tenían alma, pero había que descubrírsela porque estaba oculta por capas de barbarie. Mediante la cristianización (es decir, meterlos en el catolicismo) adquirirían la ‘humanidad’ completa. Ahí ocurre un break entre el racismo religioso (el alma determina la raza) y racismo biológico (color de piel, forma de cabello, grosor de labios, etc.). O también quien se aproxima más al ideal blanco.

El poder económico europeo usando la religiosidad católica inventó la valoración subjetiva de las personas y su deshumanización (carentes de alma). En el juicio en la Escuela de Salamanca, en Valladolid, en 1552, Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda confrontaban la tesis sobre la humanidad de los ‘indios occidentales’. El tribunal concluyó que sí, que los ‘indios’ debían ser ‘protegidos’ en trabajos que prolongaran sus vidas y por eso fueron trasladados a las encomiendas. La esclavización de personas negras de África no comenzó a finales del siglo XV con los portugueses, antes la hubo, pero esta fue muy distinta porque el destino del esclavizado fue más allá de servir a un grupo familiar en el cuidado o incremento de su hacienda, en verdad tenía la misión de enriquecer a los Estados monárquicos europeos.

Los ideólogos pensaron, estructuraron y consolidaron el trabajo esclavizado como creador de riquezas para familias consideradas ‘nobles’ y por ellas (o con ellas) del Estado. Fue el atisbo del capitalismo. La inversión inicial fue la compra de personas como objeto de valor de uso. En 1509, unos pocos años después del inicio del colonialismo español (1492), para paliar los abusos la Corona española había decretado que “La encomienda es un derecho concedido por merced real a los beneméritos de Indias para recibir y cobrar para sí los tributos de los indios que se les encomendasen por su vida y la de un heredero, con rango de cuidar de los indios en lo espiritual y temporal y defender las provincias donde fueren encomendados”.

El forzoso y criminal traslado de intelecto y mano de obra africana al mundo en proceso de colonización ya era habitual para el año que se dio la disputa ante la Junta de Valladolid. Después del veredicto el genocidio se fortaleció. (O)

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