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El Telégrafo
Patricio Benalcázar Alarcón

El derecho humano a las lenguas de señas

09 de octubre de 2018 - 00:00

Del 23 al 30 de septiembre más de 135 asociaciones en todo el mundo celebraron la semana de las Personas Sordas, conmemoración reconocida por Naciones Unidas como el Día Internacional de las Lenguas de Señas, cuyo fin es propugnar el multilingüismo para promover, proteger y preservar la diversidad de idiomas y culturas.

Según la Federación Mundial de Personas Sordas, existen 72 millones de personas en dicha condición y la mayoría se encuentra en los países en vías de desarrollo. Además, se utilizan más de 300 diferentes lenguas de señas en el planeta. En Ecuador, de acuerdo al Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades se registran 63.202 personas Sordas siendo el 14% del total de personas con discapacidad reportadas.

Su principal demanda es el reconocimiento de la lengua de señas como lengua materna y en consecuencia la implementación y desarrollo del modelo bilingüe bicultural en el sistema educativo, el mismo que tuvo su punto de partida en septiembre de 2016 luego que el Ministerio de Educación y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura firmaran un Convenio de Cooperación en la materia.

De acuerdo con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, las personas sordas tienen derecho, en igualdad de condiciones, al reconocimiento de su identidad cultural y lingüística, incluidas la lengua de señas y su cultura; garantizar que la educación para niños, niñas y adolescentes, se imparta en el lenguaje y medios más apropiados; por lo que los Estados deben adoptar las medidas para emplear a maestros y formar a profesionales en todos los niveles educativos, incluidos maestros con discapacidad, cualificados en lengua de señas.

El Estado y la sociedad tenemos una deuda con las personas Sordas respecto al acceso, permanencia y culminación de la educación en sus diversos niveles, lo que incidirá en su inclusión social y laboral, el reconocimiento de su cultura y fundamentalmente liberarnos de una mirada clínica y avanzar hacia una perspectiva antropológica cuyo sostén sea la solidaridad y el respeto mutuo. (O)

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