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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El derecho a elegir bien

31 de enero de 2018 - 00:00

Todos tenemos el derecho a elegir el futuro que queremos en el mediano y largo plazo, pero eso no puede implicar que lo logrado durante una década quede fuera del camino del desarrollo que como país queremos. El derecho a ser consultados es sustancial a la democracia en todas sus formas.

Es vital para una democracia el que el pueblo se pronuncie, pero ese mismo pueblo debe tener plena claridad de lo que está en juego. Y en Ecuador impera y debe imperar la Constitución que, estando en plena vigencia, no puede ser susceptible de interpretaciones a gusto de unos o de otros. Lo que se decida el domingo no puede ser el resultado de un mero ejercicio pasivo, electoral. Bajo ninguna circunstancia se puede poner en riesgo lo conquistado en una década, que no hay que tener vergüenza en decir que fue bien ganada para el pueblo ecuatoriano, pero tampoco bajo esa premisa, suponer que los errores y peor aún cualquier forma de corrupción es tolerable.

Como tampoco es tolerable cualquier forma de despolitización de la sociedad ecuatoriana, aquella que quiere y anhela la derecha más decimonónica y bancaria, incluso cierta izquierda anquilosada en un fallido modo de hacer “praxis política” que vivió en concubinato con la derecha a la cual decía combatir. Ecuador necesita no dejar de lado el debate de ideas, del socialismo contemporáneo, incluso del socialismo del siglo XXI, como del pensamiento nacional progresista.

No será aceptable conformarnos con menos de lo logrado. Como tampoco pensar en el poder en el marco de períodos de gobierno, cuando lo que requerimos es una visión pragmática para el cambio de la matriz productiva, con equidad de oportunidades para todos y todas. Que la derecha en este país tenga claro que el progresismo no fue ni es un ciclo, un cambio de manos. O es socialismo o es más del mismo neoliberalismo que se ha combatido desde los años ochenta del siglo XX. Que los que crean que la ideología no importa, recuerden que así se construyen las derrotas y no las victorias.

No queremos ni Macris, ni Temeres, ni Piñeiras, tampoco estatismos que se dicen socialistas, pero vaciados de lo popular. La lucha social es más que elecciones, es más que la cultura política perversa del neoliberalismo fracasado y sus intentos por resucitar. (O)

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