En el seno de una vida sencilla, madura y responsable, tener un vehículo es tener una herramienta de trabajo y de placer: nos lleva a cumplir las obligaciones laborales, y en tiempo libre nos permite ir de paseo, de compras o simplemente “dar una vuelta”. Esto, claro está, es el concepto básico de un bien o de una herramienta cotidiana para gente sencilla, madura y responsable, cuyo deber es tener a su carro limpio, funcional y que conste en la declaración juramentada de bienes.
Empero para ciertas personas, subalternas del ostento y la apariencia, el carro debe ser su carta de presentación, su talla de poder y su categoría de influencia; de allí que, sin importar la deuda contraída, debe cumplir con ciertas condiciones inherentes al “estatus” o a la imagen y prestigio de su propietario, esto es: carro del año, 4 x 4, con una estatura similar a los humos elevados, con un equipo de sonido que pueda superar el grito de un mercachifle; además, perceptible a la entrada y salida de las invitaciones. En definitiva, un carro de alta gama que pueda completar la prepotencia de los nuevos ricos, autoridades de segunda fila y un número reducido -pero infaltable- de asambleístas y sus cónyuges.
Ha venido a la luz este tema días después del pasado 8 de junio, cuando se accidentó una avioneta en el sector de El Bendito, cerca de Zarumilla, territorio peruano, donde uno de los pasajeros, Daniel Salcedo Bonilla, implicado principal en el caso de corrupción de los hospitales del IESS, tenía un carné de discapacidad con el cual importaba vehículos de alta gama, pues esa es una de las bondades de esta pequeña tarjeta plástica de 8.5 cm. por 4.5 cm.
El carné de discapacidad de Salcedo movió el avispero. Pronto se supo que este supuesto discapacitado no ha sido el único: que hubo 3.000 carnés emitidos durante la pandemia, donde el presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social encabeza la lista, con un 81 % de discapacidad; que entre los años 2018 y 2019 fueron importados 6.069 vehículos para personas con discapacidad; y, que había una red que se dedicaba a la venta de carnés de discapacidad a un precio de 1.300 dólares por cada uno.
En números fríos, de los 6.069 vehículos importados en un par de años, y con carné de discapacitado, 304 son de alta gama, libres de impuestos y con tarifa de matrícula más barata que de una camioneta de transporte rural modelo siglo XX. O sea, 304 nuevos y felices propietarios de carros de alta gama, muchos de ellos prestos y dispuestos a exhibirse por calles, avenidas, carreteras, clubes, conjuntos habitacionales, discotecas, bares, centros comerciales y hasta universidades.
Aquí está el porqué de tener un carro de alta gama: que su propietario debe ser visto, aplaudido y admirado; haciéndose sentir que está presente como autoridad o como nuevo rico y que con este tipo de automotor, tiene que ser un tipo respetado, digno de alfombra roja. Todo un pavo real. Y si es político, o postulante a ese grupito, de seguro que será más aplaudido y aceptado porque gran parte de su imagen y de su campaña está en su carro de alta gama. En fin, para nuestra pequeña sociedad, el carro define el estatus. Debe decirse, entonces: Dime qué marca es tu carro y te diré quién eres. (O)
