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El Telégrafo

El asilo, institución humanista

12 de julio de 2012 - 00:00

El asilo es una institución eminentemente humanitaria. Tiene sus orígenes en la antigüedad y especialmente en la Edad Media. Seres inocentes eran perseguidos por las monarquías absolutas, en razón de expresar sus ideas adversas a los gobernantes o por conspirar contra su estabilidad.

La historia está plagada de víctimas del absolutismo despótico, sectario e intolerante. A manera de ejemplo citemos el caso de Sócrates, Galileo Galilei, Savoranola, Espartaco, Juana de Arcos y qué decir de las víctimas de los tribunales de la “Santa Inquisición”, también llamados del “Santo Oficio”, que por triste  ironía ejercían el “derecho divino” de perseguir, torturar, asesinar a quienes de alguna manera discrepaban con las ideas de los clérigos o jerarcas de la Iglesia.

En tiempos más recientes, recordemos el asesinato de Atahualpa, de Jumandi, de Martin Luther King, del propio Lutero, perseguido por el delito de haber traducido la Biblia a un idioma profano: el alemán. Los perseguidos por sus ideas, para ponerse a salvo, se refugiaban en las abadías, iglesias y conventos, donde se les brindaba refugio, cuidado y alimentación.

Algunos analistas creen equivocadamente que el asilo es una institución netamente latinoamericana; eso no es verdad. No obstante, no podemos ignorar que es en nuestra América donde se ha robustecido y puesto en vigencia el derecho de asilo, llamado político o territorial. Históricamente cabe destacar la Convención de La Habana de 1928, luego la Convención de Caracas y la de Montevideo. En todas ellas se consagra esta institución, llamada a proteger a los perseguidos políticos. El gobierno receptor o asilante se reserva el derecho para calificar si el peticionario es un perseguido político o un delincuente común.

Tradicionalmente Ecuador ha sido respetuoso y defensor del Derecho de Asilo, de ahí que en la mayoría de las Constituciones del siglo XX consta esta institución altamente humanista. El que escribe esta nota, al igual que un grupo de políticos perseguidos por la dictadura militar en 1975, fue beneficiario de este derecho cuando nos asilamos en la embajada de Paraguay, país que nos concedió el salvoconducto hasta que cayó la dictadura.

Han pasado varios días desde que el periodista Julian Assange solicitó asilo en la embajada de Ecuador en Londres, sin que hasta el momento nuestro Gobierno lo haya concedido o negado. Nadie puede dudar de que se trata de un perseguido y que no solo su integridad física sino su vida corren serios peligros. Opino que el Gobierno debe conceder el asilo a este personaje mundialmente conocido y admirado por su trabajo investigativo, que ha buscado asilo y protección en nuestra sede diplomática ante el Reino Unido, lo cual constituye un reconocimiento implícito de que el Ecuador es un Estado soberano de paz, derechos y de justicia. Estoy seguro de que, si se concede el asilo, Ecuador merecerá el aplauso de la comunidad internacional; pero si Londres le niega el salvoconducto obtendrá el repudio mundial.

Cabe recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Art. 27, señala: “Toda persona tiene el derecho de buscar y recibir asilo en territorio extranjero, en caso de persecución que no es motivada por delitos comunes y de acuerdo con la legislación de cada país y con los convenios internacionales”; así como también la Constitución vigente (Art. 417) garantiza el derecho de asilo.

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