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El Telégrafo
Eduardo Fabregat

El arte de ganarle al tiempo

17 de abril de 2018 - 00:00

Hace 18 años, cuando Radiohead lanzó Kid A, hubo quienes celebraron su apuesta por el riesgo y quienes hablaron de suicidio artístico. La banda de Oxfordshire había inundado las ondas radiales y audiovisuales con “Creep”, había grabado una obra maestra del pop inglés guitarrero –The Bends– y había encontrado la alquimia perfecta entre su propia identidad y el gen Pink Floyd en OK Computer; cualquiera en su sano juicio hubiera continuado explorando esos caminos, incluso con dignidad. Pero Thom Yorke, los hermanos Colin y Jonny Greenwood, Ed O’Brian y Phil Selway no solo patearon el tablero sino que lo metieron en la trituradora. Al tablero, a las piezas y a las reglas.

El Radiohead del siglo XXI se dedicó a construir otra cosa, un espacio que habita esta banda y ninguna otra. Arreciaron los chistes. Aparecieron imitadores poco inspirados, aunque llenen estadios. Los que esperaban otro “Karma Police” se asustaron de lo que parecía un ejercicio del ruidismo. El sábado, apenas doblando el codo de la primera parte del show, Radiohead tocó “Everything in its right place”, la apertura de Kid A, y la multitud apiñada en Tecnópolis explotó. Chapeau, muchachos. Le ganaron al tiempo.

Claro que hay un disfrute extra cuando el grupo deja caer páginas de eras anteriores como “My Iron Lung” o cuando cierra con la monumental “Paranoid Android” y regala como último bis, fuera de programa, aquel hitazo del disco debut que signó a la MTV de los 90. Pero que haya una oleada de reconocimiento palpable a deformidades como “Idioteque”, “Bodysnatchers” o “2+2=5” es la demostración de cuánto valió la porfía de Radiohead, que en estos casi 20 años hizo básicamente lo que se le cantó el... instinto. Y se salió con la suya.

La cita de Tecnópolis queda como una de esas veladas que se agradecen, la posibilidad de experimentar algo distinto al mero show de rock. La celebración de espíritus absolutamente libres, capaces de hacer convivir la guitarra más fiera con el más indescifrable rizo tecnológico. Y de rescatar la esencia del asunto, como cuando Thom se quedó solo con su guitarra en el inicio de “Exit Music (For A Film)”.

Mientras la magia se corporizaba en la tribuna auspiciada por Heineken había un grupito que, en vez de aprovechar la vista privilegiada, prefería hablar a los gritos. Hay gente que parece blindada a todo. (O)

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