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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

El amor, opio de las mujeres

23 de febrero de 2015 - 00:00

Esta frase no la dijo Marx, los grandes pensadores de las desigualdades como él o Rousseau, si bien exploraron magistralmente el germen de la desigualdad en la sociedad, dejaron intacta la más generalizada desigualdad que afecta a la mitad de la humanidad, la que hay entre hombres y mujeres.

Acabamos de pasar el día del amor, 14 de febrero, fecha en la cual circulan rositas rojas, se intercambian regalitos, se hacen invitaciones a cenar, y los moteles están a reventar. Se celebra el amor de las parejas, se vende bien, y se asegura la reproducción de la especie. No obstante hay algo en el amor que ha molestado a algunas feministas, y es la instrumentación de los afectos como un mecanismo de poder y subordinación. Kate Millet, feminista norteamericana, fue la que dijo: “El amor ha sido el opio de las mujeres como la religión de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban”. Sentencia concluyente y atroz acerca de las nefastas consecuencias del amor romántico para la mitad de la especie.

Las implicaciones del amor para las mujeres han sido especialmente complejas: enredadas en conflictos amorosos las mujeres solemos entregar largos años de vida, esfuerzos, y desgarramientos. Mientras tanto, para los varones es solo una faceta más en su vida, que frecuentemente no los implica como a nosotras. Por supuesto, hay diversidad de experiencias y no podemos ser esencialistas en el modo como hombres y mujeres asumen la faceta de enamoramiento y de convivencia, no obstante se puede distinguir unos patrones de comportamiento.

El amor romántico responde a una construcción social que da cuenta de una ideología configurada por varios componentes: la heterosexualidad, la monogamia, los fines procreativos. Esta ideología está bendecida por la Iglesia y regulada por el Estado, y se impone a las parejas con resultados bastante desalentadores expresados en la violencia intrafamiliar, el número de divorcios, la desigual responsabilidad en los roles paternos, entre otros.

Pocas feministas se han dedicado a investigar acerca del amor, objeto de estudio bastante escurridizo y que no cuenta con un estatuto de prestigio a nivel académico. La investigadora de origen vasco Mari Luz Esteban define el amor como una manera especial de comunicarnos, un tipo de relación que es capaz de superar la mera reciprocidad, y que cuenta con cuatro variables: la idealización, el erotismo de la otra persona, el deseo de perdurabilidad y de intimidad. El problema, para esta autora, es la forma como asumimos diferenciadamente esta experiencia entre los géneros, mientras los hombres casi manifiestan un analfabetismo emocional para expresar y vivir el amor, las mujeres recibimos un entrenamiento excesivo, y de esa desigualdad surge una descompensación que acaba provocando un montón de desencuentros y conflictos.

Para salir de este atolladero Esteban plantea que las mujeres podemos asimilar algunas técnicas, pues así como subimos la montaña ayudados por arnés, debemos contar con algunas ideas y claves para identificar cuándo las cosas van mal o bien, para comunicarnos, para negociar, o por últimas, para poder salirnos de la relación. Por ello se hace necesario enlazar el amor con la razón, con la evaluación, con la negociación y hasta con el cálculo.

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