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El Telégrafo
Emir Sader

El 2017 apunta hacia un mundo multipolar

15 de enero de 2017 - 00:00

La era de la hegemonía norteamericana y del neoliberalismo es, por definición, un tiempo de turbulencias e incertidumbres. Nadie ni nada permite prever con un mínimo de certidumbre ni el futuro inmediato, menos todavía el mediato y a largo plazo. Pero el cúmulo de acontecimientos permite proyectar el 2017 como un año en que se dibujará, con más claridad, el surgimiento de un mundo multipolar.  

El final de la Guerra Fría hizo al mundo retroceder al período histórico de hegemonía británica, cuando una sola potencia detenía el predominio mundial. La decadencia británica introdujo un tiempo de disputas hegemónicas, primero entre los EE.UU. y Alemania, con dos guerras mundiales en promedio, y después entre los EE.UU. y la Unión Soviética, en el escenario llamado ‘Guerra Fría’.

El desaparecimiento de la URSS hizo que la humanidad volviera a un mundo unipolar, esta vez con la hegemonía imperial norteamericana, desembocando en esa hegemonía que traería, con ella, la economía capitalista de mercado y la democracia liberal como horizontes insuperables de la historia. Seguirían habiendo acontecimientos, pero todos encerrados en ese marco que nos aprisionaría definitivamente.

En lugar de avanzar, la  historia habría retrocedido y quedado congelada. La superioridad militar, económica, política e ideológica de EE.UU. no permitiría alimentar ilusiones en otra dirección.

El fin del socialismo, que sería el futuro de la humanidad, en la concepción derrotada, relegaba ese tipo de sociedad al museo de la historia, como un largo paréntesis finalmente concluido. La economía capitalista pasaba a ser “la economía”, la única posible; así como la democracia liberal, la única posible.

Sin embargo, la paz americana no trajo el final de los conflictos bélicos, sino su multiplicación, al tiempo que el reino del mercado no trajo de vuelta el crecimiento económico, sino la recesión prolongada.    

Como resultado de esas contratendencias han surgido gobiernos antineoliberales, como en América Latina, así como fuerzas que se coordinan por la construcción de un mundo multipolar, como las congregadas en los Brics.

Un episodio que parecía ser simplemente uno más del ejercicio de la superioridad militar de EE.UU. y de sus aliados del bloque imperialista occidental –como ya había ocurrido en Afganistán, en Irak, en Libia-, el de la destrucción del gobierno de Siria, con paso previo al bombardeo de Irán, terminó promoviendo una gran pirueta que, sumada a otros fenómenos, apunta hacia el surgimiento de un mundo multipolar. Estados Unidos no había logrado crear las condiciones del bombardeo de Irán, ni adentro, ni con sus aliados externos. Rusia se aprovechó para proponer un proceso de negociación entre EE.UU. e Irán, que tuvo éxito, desarticulando los planes bélicos de Israel, apoyado por Arabia Saudita y poniendo en práctica el primer proceso de resolución pacífica de un conflicto bélico importante en el mundo, en mucho tiempo.

Este éxito fue el preámbulo que permitiría también una resolución de la también aparentemente interminable guerra en Siria.

Arabia Saudita, contradicha en las negociaciones con Irán, intensificó el apoyo al llamado Estado Islámico, que se ha vuelto la fuerza fundamentalista y terrorista que pasó de amenazar solo a gobiernos del Medio Oriente, a hacerlo a todo el mundo con sus acciones terroristas. Como uno de sus efectos, la guerra en Siria quedó polarizada entre el EI y el gobierno sirio, sacando definitivamente del escenario supuestas fuerzas moderadas de oposición, usadas como pretexto por EE.UU. para apoyar intentos de derrumbar al gobierno sirio. El acuerdo entre Rusia, Turquía e Irán, apoyado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, respaldado en la derrota militar del EI, por intervención decisiva de las tropas rusas, promovió un nuevo acuerdo de paz, esta vez sin los EE.UU. A este nuevo horizonte se suma la alianza alrededor de los Brics, con Rusia y China como protagonistas esenciales, como fuerzas que promueven el fortalecimiento de modelos de desarrollo económico con distribución de renta, como contrapartida del agotamiento del neoliberalismo y la prolongada recesión en que ha desembocado ese modelo.

El Brexit y la victoria electoral de Donald Trump en las elecciones norteamericanas apuntan hacia retrocesos en el proceso de globalización, con políticas proteccionistas.   

El Brexit y la victoria de Donald Trump en las  elecciones norteamericanas aportan al proceso de globalización, con políticas y debilitamiento de los procesos de libre comercio, imponiéndose en las dos potencias que, desde hace más de un siglo, han estado a la cabeza del bloque imperialista en el mundo.  

La combinación de esos factores evidenciará en 2017, con la retirada de Gran Bretaña de la Unión Europea, así como con la toma de posesión de Donald Trump, lo que ya se venía dibujando con el agotamiento del modelo neoliberal: la incapacidad de Estados Unidos para concluir las guerras de Afganistán y de Irak y su impotencia frente a la extensión de los conflictos bélicos en toda la región, así como el fortalecimiento de Rusia como actor político y militar global, lo que forma un nuevo escenario mundial.

Un nuevo escenario que tiene que ser, para América Latina, un espacio de nuevas oportunidades para salir definitivamente del modelo neoliberal y de la hegemonía norteamericana, buscando profundizar alianzas que promuevan la solución pacífica de los conflictos y apoyen políticas de desarrollo con distribución de renta.   

Brasil, Argentina, México, y todos los países del continente, tienen que decidir donde quieren ubicarse en ese nuevo escenario mundial. (O)

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