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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Einstein y la fórmula de la felicidad

09 de noviembre de 2017 - 00:00

¿Qué hace felices a los humanos? Por un lado, estarán quienes creen que la fama es lo más importante. Así, podría desprenderse del video ‘Álvaro Noboa enfrentando al huracán Irma’ con 71’681.097 vistas y reproducciones en los cinco continentes, según reza su comentario. ¡Todo un récord mundial! Bien por él, si eso le hace feliz, como también nos hizo felices a todos los que pudimos compartir los memes. Lao Tse ya lo dijo hace más de dos milenios: “Quien está de puntillas nunca estará de pie”.

Por el otro, según noticias recientes, está la ‘fórmula de la felicidad’ que el físico Albert Einstein -aquel de la teoría de la relatividad- le dejó a un camarero nipón y que ha sido subastada por la casa Winner en $ 1,56 millones. En 1922 el genio del siglo XX paraba por el hotel Tokio Imperial y, al parecer por la costumbre de ese país de no aceptar gratificación de un huésped, le entregó dos papeles membretados de su puño y letra. Antes de marcharse le dijo: “Quizás, si tienes suerte, estas notas acaben siendo mucho más valiosas que una simple propina”. Tal cual, el descendiente de aquel hombre, que permanece en al anonimato en Hamburgo, ha sido el afortunado, según el cristal con que se mire.

El manuscrito dice: “Una vida sencilla y tranquila aporta más alegría que la búsqueda del éxito en un desasosiego constante”. Como el tema implica los números contemos las palabras: son 17. Esto da $ 91.764 por cada una, sin incluir impuestos a la herencia. Realmente, quien vendió los manuscritos elevará una oración a su ancestro aunque poco le importe la otra fórmula: E = mc².

La otra nota de Einstein decía: “Donde hay un deseo, hay un camino”, y se vendió por $ 240.000 en la subasta de estos días. Es decir $ 34.285 por cada palabra. Bueno, en verdad, es un proverbio swahili de los masáis de Kenia, a quienes seguro no les pagaron nada (“Penye nia pana njia”, dice en su lengua original). El refrán ancestral está recogido en el libro Vagabundo en África, de Javier Reverte, y seguro que Einstein lo sabía.

Para no caer en el tema del universo o de los agujeros negros, centrémonos en esa otra materia más oscura y más opaca que es la felicidad, ahora que estamos asediados por coaches que nos ofrecen caminar por piedras ardientes y nos brindan la dicha en una fórmula tipo Alka-Seltzer, por efervescente.

¿Qué mismo quiso decir Einstein? Me parece que la frase tiene que ver con la milenaria filosofía taoísta, en lo referente al desprendimiento. En uno de sus postulados refiere: “Asociarse con los mercaderes no es tan bueno como hacerse amigo de los ermitaños” e insta a visitar más bien las casas humildes a aquellas que muestran opulencia. El Tao Te King señala: “La persona sabia no ambiciona el poder y evita la opulencia, el lujo y la prodigalidad”; además: “El que está satisfecho con su parte es rico”.

En el libro La importancia de vivir, de Lin Yutang, existe un capítulo sobre el tema de la felicidad, pero hay que recurrir a Einstein: “No te esfuerces por tener éxito, sino por poseer valor”. Creo que, al final, la felicidad es relativa, como retar a un tornado en pantaloneta. (O)

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