Un puñado de grandes propietarios (poderosos industriales, comerciantes exportadores e importadores, terratenientes latifundistas y banqueros) que acaparan la mayor parte de la riqueza y el ingreso nacional, en nombre de sus federaciones nacionales, Asociación de Bancos Privados y las mal llamadas Cámaras de Producción, que históricamente han controlado, a pesar de que hay en ellas miles de socios medianos y pequeños, representando al viejo poder económico y, de hecho, a los rezagos de la partidocracia y sus gobiernos, han expresado su oposición al proyecto de Ley Solidaria con Responsabilidad Ciudadana con el argumento de que el “camino de la reconstrucción no es la vía impositiva”, sino la “reactivación de la actividad económica”. Paralelamente, “ratifican su compromiso y solidaridad inquebrantable”, no solo con los afectados, sino con todo el mundo.
No es novedad que expresen una vez más su doble discurso, evidencien su fondo y forma egoístas, utilitarios, politiqueros y que no aceptan un milímetro de afectación a sus bolsillos y fortunas, ni siquiera en los peores momentos. Solo dan migajas.
No les importa si algo de la ley afecta o no a la gente; total, siempre la han despreciado, han explotado a los trabajadores de la ciudad y del campo, esquilmado a los verdaderos productores y consumidores.
Toda la vida controlaron el país, impusieron el modelo primario exportador entreguista, que los favoreció; con las leyes de fomento industrial, con el objetivo de sustituir importaciones, recibieron multimillonarios subsidios estatales; desde siempre maltrataron al indigenado, cholos y montuvios, evadieron tributos y alguna vez hasta eliminaron el impuesto a la renta; en cambio, siempre gravaron con altas tasas e impuestos a la población; son ellos los que crearon el IVA y otros en sus gobiernos endeudaron el país a mansalva; atracaron los dineros públicos, a través del BCE, en beneficio de banqueros y poderosos empresarios. Asociados a las transnacionales han sido responsables del subdesarrollo, atraso, dependencia y las periódicas crisis.
Desde hace una década el pueblo los castigó una y otra vez en las urnas y no han podido ganar una sola elección; por ello se oponen a todo, conspiran, confunden, mienten, engañan, buscan desestabilizar. No entienden -están en verdad fuera de sí- que para imponer su agenda de neoterrorismo económico deben actuar democráticamente y ganar elecciones.
Los poderosos medios son su instrumento, además son suyos. Quieren volver al pasado con sus propuestas y contenidos de siempre, al igual que sus líderes y candidatos, tan solo cambian nombres, representan los mismos intereses.
Quieren “reconstruir la confianza”. ¿Cómo?, devolviéndonos al neoliberalismo y sus políticas de rapiña, a los pulpos financieros internacionales, a las formas oligárquicas de organización del Estado.
Quieren “reconstruir la economía”, que antes destrozaron, y el país que liquidaron y que en estos 10 años se lo reconstruyó, recuperando la soberanía, el petróleo, la planificación; estableciendo una institucionalidad democrática, reduciendo la pobreza y la concentración de la riqueza.
En el fondo y forma no aceptan que de sus inmensas -y en muchos casos mal habidas- fortunas, mínimos porcentajes se orienten hacia la solidaridad, palabra que al igual que ‘cooperación’ y ‘ayuda’ no existen en su diccionario, a pesar de que dicen ser ‘cristianos’.
La Asamblea debe aprobar la ley; los trabajadores y todos, apoyarla; con ella se obtendrán recursos ($ 1.098 millones) que cubrirán una mínima parte de los necesarios, al menos $ 12.000 millones por pérdidas por el petróleo y terremoto, para superar la dura coyuntura.
Puro egoísmo oligárquico y terrorismo económico. La unidad nacional para ellos es un gran cuento. (O)
