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El Telégrafo
Óscar Montero

Educación y excelencia

30 de abril de 2018 - 00:00

La excelencia como concepto ligado a la educación revierte una idea relacionada a estándares de sociedades desarrolladas en las que los niveles de formación son funcionales a las necesidades de progreso de estas sociedades. Por una década nos vendieron la idea que el camino hacia ese modelo pasaba por la famosa educación de excelencia, una vez más la retórica le ganó a la realidad. En este contexto debo celebrar la reciente decisión de devolver su lugar al Doctor César Montaño al rectorado de la Universidad Andina Simón Bolívar,  más allá de corregir una injusticia significó devolver uno de los principios fundamentales a la universidad como institución, su autonomía, tan golpeada y prostituida en los últimos años.

El pasado miércoles se realizaba uno de los eventos de mayor relieve para la educación, por parte de la  Fundación Fidal, que premiaba a los mejores docentes del país y de la región. Cerca de cien proyectos nacionales eran evaluados para dar un cuantioso premio, premio dirigido a fomentar la verdadera excelencia educativa, premio al esfuerzo de esos profesores anónimos que trabajan desde sus aulas con el entusiasmo y la pasión de esos verdaderos educadores, que lejos de detenerse ante las limitaciones de nuestro sistema educativo, luchan por mejorarlos. Y sobre todo, premios a estos pensadores que miran a la excelencia como la posibilidad de desarrollar pensamiento y modelos propios.

Esta premiación destaca la importancia, entre otras muchas cosas, del sector privado, de las fundaciones, pero también visibiliza la falta de articulación de estos con el Estado, responsable de la educación. El aporte de diferentes firmas, el apoyo de editoriales, entre otros, pone de relieve que el secuestro de la educación solo desde lo estatal impide ampliar ciertos horizontes de desarrollo de conocimiento. Felicitar proyectos como estos, que motivan e impulsan a nuestra educación hacia la verdadera excelencia, trabajar desde la modestia y el ingenio produce grandes resultados y Fundación Fidal lo ha demostrado con este concurso de excelencia. Por cierto, el gran ausente, el Ministro de Educación. (O)

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