En la economía del intercambio, quienes no lograban asociar la producción al consumo no entraban en el circuito del mercado. En cambio, en las economías socialistas, la burocracia determinaba lo que los ciudadanos podían hacer y, como estos no tenían ningún incentivo para ser más eficientes, no lo eran, por lo que la productividad no crecía, como sí sucedía en las economías de libre mercado en las que predominan los incentivos para emprender, innovar, ser eficientes y prosperar.
Fernand Braudel, historiador francés que revolucionó la historiografía del siglo XX, al considerar los efectos de la economía y la geografía en la historia, expresó que “todo lo que quedaba fuera del mercado solo tenía un valor de uso, mientras que todo lo que traspasa su estrecha puerta adquiría un valor de intercambio”. Según estaba el individuo a uno u otro lado del mercado, se encontraba o no incluido dentro de la vida económica.
En la era de internet emerge una novedosa realidad: la economía colaborativa, en la que prácticamente nada queda fuera del mercado. Nuevos bienes y servicios potencian un mayor nivel de actividad económica, se crean oportunidades de intercambio virtualmente para todo y se asignan más eficientemente activos, recursos, habilidades, tiempo y dinero. Hay que entender las razones culturales, sociales y económicas que alientan estas realidades. Los actores de la economía colaborativa viven conectados, saben discriminar la información relevante en función de sus intereses y tienen gran capacidad de comunicación.
Utilizan los medios digitales en beneficio de lo que consideran importante, lo que les da un gran poder de acción. En la economía colaborativa los individuos se identifican en las mismas necesidades y problemáticas y se organizan inteligentemente. El intercambio facilitado por plataformas tecnológicas elimina la intermediación. La oferta de capital y de mano de obra no proviene de corporaciones ni de gremios. La relación de dependencia, el empleo fijo o el trabajo de tiempo completo se vuelven obsoletos.
Las tecnologías de la información han engendrado un vasto despliegue de comunidades virtuales e integran al mundo en redes globales de instrumentalidad. Las redes han ganado su lugar convirtiéndose en espacios para encuentros, en formas de interacción social y de intercambio económico entre los individuos.
Análogamente a lo manifestado por Braudel, muchas actividades económicas -en las que predominan los incentivos- que queden fuera de internet, no tendrán más que valor de uso, mientras que todas la que entren por su amplia puerta adquirirán valor de intercambio. Según donde se encuentre usted, adentro o fuera de internet, se encontrará o no incluido dentro de la llamada economía digital. (O)
