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El Telégrafo

Disparates

25 de junio de 2011 - 09:00

Se dice  de las obras o pronunciamientos que no tienen razón ni sentido. Por ejemplo, cuesta creer que bajo la solapa de un discurso argumentado y seudo académico, algunos de los llamados críticos a la intervención del Estado en la vida social, afirmen que son los medios periodísticos privados los llamados a ser los ejes morales de la sociedad. Estos medios de pronto han sido garantes de la democracia, de la libertad y expresión fiel de la anticorrupción.

Bien sabemos que existen intereses económicos determinantes en el quehacer de los dueños de esos medios que, a su vez, determinan el quehacer periodístico de sus empleados. Ahora, esos determinantes no son simples actos mecánicos, sino que se adornan con el discurso definido ideológicamente de ser empleados de medios que luchan por la libertad de expresión. Estas empresas productoras de noticias ponen en circulación la información que corresponda a su agenda informativa. Entonces estos defensores de la libertad de opinión son los mismos que defienden a raja tabla la libertad de mercado.Por eso, cuando se trastoca esa fábula del libre mercado, consideran que se atenta a la libertad de los individuos. En esas fantasiosas imágenes de lo social, son ellos los seguidores de pensadores neoliberales como Friedman e incluso hacen decir cosas a Adam Smith que nunca dijo. Afirma que éste definió un sistema económico fundamentado en una mano invisible y que el mercado se autorregula, casi mágicamente.

Toman a autores como Gwartney o Lawson para decir que donde hay mayor “libertad económica se percibe menos corrupción”, semejantes disparates llevan a creer que si hay más empresa y menos Estado la gente es más honesta. Disparates que bien se pueden confrontar empíricamente en las llamadas economías abiertas, las cuales, por cierto, andan hace varios años creciendo poco, casi en la quiebra, favoreciendo a las grandes corporaciones y dando como producto el que existan más ricos a costa de empobrecer a sus propias poblaciones. Y no digamos las formas de extracción de riqueza que sistémicamente obtienen de los países del tercer mundo. Estos dizque defensores del liberalismo -como ahora se denominan- terminan repitiendo los discursos economicistas y políticos de hace cuarenta años. Algunos de estos son aupados en organizaciones como El Cato, que tiene como eslogan: “libertad individual, gobierno limitado, mercados libres y paz”.

Y bueno, vemos que su gran modelo es la sociedad estadounidense. Su modelo se centra en que solo los grandes empresarios son el llamado “sector productivo”, son ellos quienes solamente tienen iniciativa, todos los demás son ciudadanos de segunda clase que por naturaleza deben ser gobernados, dirigidos, administrados. Ya es hora de desacralizar el viejo ideario liberal el cual a fuerza de balas se nos impuso como ejemplo de sociedad moderna.

 Los foros sociales  mundiales claman “otro mundo es posible”, incluso “otro Dios es posible”. Frente a tanto desquicio religioso es posible, también, otro mundo moderno.

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